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Domingo 11, Tiempo Ordinario, Ciclo C

Jean Béraud Primera Lectura 2 Samuel 12, 7-10.13. El profeta Natán viene ante el rey David y lo reprende a nombre de Dios. El contexto es: David se enamoró de Betsabé esposa de Urías y se acostó con ella y ella concibió un hijo. Haciendo el cuento corto, David buscó la manera de que su esposo Urías muriera para hacerla su mujer. Dios, por boca del profeta Natán, le echa en cara a David su proceder tan abyecto. David, en vez de reaccionar con ira y caerse de fondillo negándolo como hacen muchos, por el contrario, reaccionó con humildad. “He pecado contra el Señor,” dice David. Se reconoce pecador.  Dios en boca de Natán entonces le dice, “El Señor perdona tu pecado”. Salmo responsorial Salmo 31,1-2.5.7.11. En armonía con las lecturas de hoy el salmo responsorial se hace eco del tema del pecador que, arrepentido, se humilla ante Dios. “Dichoso el que está absuelto de su culpa,” dice. Y luego termina, “Alegraos, justos, y gozad con el Señor”. Segunda Lectura

Domingo 10, Tiempo Ordinario, Ciclo C

James Tissot, La resurrección del hijo de la viuda de Naín Primera Lectura 1 Reyes 17,17-24 — El profeta Elías, huyendo de Ajab, rey de Israel, terminó refugiado en Sarepta, en casa de una viuda. Eran años de sequía y hambre, que el mismo Elías predijo, pero Dios concedió que la viuda y su hijo tuviesen siempre harina y aceite, hasta el día en que terminase la sequía. Después de un tiempo el hijo de la viuda cayó enfermo y se quedó sin respiración. La viuda pensó que esto era castigo de Dios por sus pecados. Elías tomó al niño en brazos, lo subió a su propia cama y clamó a Dios por él. Se acostó sobre el niño y siguió invocando a Dios y entonces Dios le escuchó y le devolvió el alma al niño. Al ver esto la mujer alabó a Dios y reconoció que Elías era verdaderamente un hombre de Dios. Salmo responsorial Salmo 29, versículos salteados. Alabaremos al Señor por sus grandes obras. No permitió que bajásemos a la fosa y nos hizo revivir. El Señor se acuerda de nuestras súplica

Corpus Christi

Tradicionalmente esta celebración se da en jueves, recordando la Última Cena. En atención a la realidad contemporánea que ya no corresponde al mundo agrícola de antes, en algunos países se ha trasladado al domingo. El misterio central de nuestra fe es Cristo resucitado. Nuestra fe se expresa en la catequesis de los primeros cristianos, lo que encontramos en los evangelios y en el Nuevo Testamento. Nuestra fe se expresa en la vida de la comunidad cristiana con la que compartimos y a la que pertenecemos. Esto incluye todo la actividad de la comunidad, como la atención a los enfermos, el socorro a los necesitados, las actividades de formación y educación, y así sucesivamente.  La comunidad cristiana local puede ser grande; de ahí que pueda ramificarse su vez en pequeñas comunidades de base, cada una con un propósito particular. Tales comunidades han de reunirse en una asamblea dominical, representativa de la comunidad total, como gran comunidad de comunidades. “La liturgi

Domingo de la Santísima Trinidad

Con este domingo se cierra la parte principal del año litúrgico, de Adviento a Pascua de Resurrección. Luego entramos en el Tiempo Ordinario, hasta cerrar el año con la fiesta de Cristo Rey, en otoño.  De la misma manera que hemos estado haciendo presente nuestra propia travesía como pueblo de Dios en marcha así también evocamos en este domingo el surgir de la tradición trinitaria.  ————- La Santísima Trinidad como marco de referencia para nuestra fe cristiana apareció en la historia de las comunidades unos trescientos años después de la Resurrección (décadas más, décadas menos). Igual que hoy día, los cristianos “de a pie” en aquel entonces no eran filósofos, ni teólogos. Eran gente sencilla que vivían su fe en medio de los afanes diarios.  Entre doscientos a trescientos años después de la Resurrección, compadre, los cristianos no tenían tanto tiempo para pensar mucho. De seguro preocupaba más el prejuicio contra ellos, comparable al racismo de hoy día. También eran ví

Domingo de Pentecostés

La primera lectura corresponde a Hechos 2,1-11. Narra la versión tradicional de Pentecostés. El día de la fiesta de judía con el mismo nombre “estaban todos reunidos en el mismo lugar”; hay un gran ruido “como de un viento recio”; aparecen unas lenguas como de fuego que se posan sobre las cabezas de cada uno. Jerusalén estaba llena de judíos venidos del extranjero para celebrar la fiesta. Al oír el ruido muchos acuden a ver qué pasa. De la casa salen los discípulos, hablando de las maravillas de Dios. Cada uno entiende la predicación en su propia lengua. Todos quedan maravillados, cuando se trata de galileos, gente que no se supone que hable diversos idiomas.  Esto es como una narración del bautismo del Espíritu. No somos nosotros los que tenemos la fuerza para dar testimonio de nuestra fe. Ni tan siquiera podemos tener fe sin la inspiración del Espíritu. Esa es la misma fuerza que nos lleva al regocijo en el Señor y que nos motiva a dejar saber, por diversos medios, acerca d