«En el principio era el Verbo», comienza el evangelio de San Juan, «y el Verbo era Dios». Es como decir que todo lo que hay tuvo un principio, tiene un principio. Todo lo que hay tuvo un comienzo, tiene un fundamento. Ese principio y fundamento es la Palabra que siempre estuvo con Dios, que emana de Dios desde la eternidad de su siempre estar siendo. Probablemente en eso pensaban los cristianos helenistas y otros místicos de la época del redactor del evangelio. La manera de ver y entender la naturaleza de la realidad cambió a partir del Renacimiento. La Iglesia tomó esto en sentido psicológico, como para defenderse. La Iglesia se nombró a sí misma como la custodia de la verdad neoplatónica y designó equivocados a todos los demás que pensaran distinto. No es lo mismo ser el custodio de la verdad del evangelio, sin más, que ser custodio de la verdad del evangelio entendido en términos neoplatónicos. Nos ha tomado unos quinientos años dejar de ver el mundo de manera neoplatónica
Carlos Ramos Mattei