La primera lectura para este domingo está tomada del libro de la Sabiduría 7,7-11. El autor canta alabanzas a la Sabiduría: “La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza”. El dinero y las riquezas materiales no tienen valor para el sabio; tampoco para el cristiano. De esta manera se anuncia el tema del evangelio del hoy, el rol de las riquezas en el horizonte de la fe cristiana. La sabiduría es el valor mayor, superior a todos en esta vida. “La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables”. La sabiduría, dirán luego los autores cristianos, es una participación en la misma mente de Dios. Es amar y apreciar lo creado como Dios mismo ama y comprende el mundo, las cosas, los seres humanos. Ser sabio es como descansar en el espíritu de Dios. El salmo responsorial canta los versículos del Salmo 89,12-13
Carlos Ramos Mattei