El leccionario para esta fecha tiene varias combinaciones de lecturas. El lector puede saltar a la sección de comentarios más adelante. La mayoría de los años esta conmemoración cae en día de semana y por eso tiene dos lecturas (epístola y evangelio). Al caer en domingo y sustituir la solemnidad dominical del Tiempo Ordinario se le añade una primera lectura del Antiguo Testamento con dos opciones, una del libro de la Sabiduría y otra del libro de las Lamentaciones de Jeremías. La primera lectura común a las posibles combinaciones de lecturas para este día puede ser la del libro de las Lamentaciones 3,17-26. Supuestamente fue escrito por Jeremías con ocasión del desastre nacional cuando los babilonios entraron a Jerusalén, destruyeron el templo y deportaron a la mayoría de la población, que se los llevaron como esclavos. «Recordar mi vida errante y mi miseria es como ácido en mi alma,» canta el profeta. Pero entonces encuentra paz en Yahvé, «el amor de Yahvé no se ha acabado...
Este domingo vemos la parábola del fariseo y el publicano, cuando vienen al templo a orar. La primera lectura de hoy está tomada del libro del Eclesiástico (Sirac) 35,12-14.16-18. El Señor es Juez, nos dice, y no distingue entre las personas, «para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas». Dios escucha siempre nuestras oraciones, no importa quiénes somos nosotros. Es lo que vamos a ver en el evangelio, que nos exhortará a no hacer distinción entre ricos y pobres, pecadores o «santos». Lo que le importa a Dios es nuestro corazón. Dios no desprecia, sino que aprecia siempre un corazón vuelto hacia él de buena fe. A Dios le agrada la oración del humilde y «resiste a los orgullosos» (Santiago 4,6; 1 Pedro 5,5-9; Proverbios 3,34). Con el salmo responsorial (33,2-3.17-18.19.23) bendecimos al Señor que borra a los malhechores de la tierra y escucha los gritos de auxilio de los afligidos. La segunda lectura continúa con la segunda carta ...