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Mostrando las entradas de marzo, 2016

Segundo domingo de Pascua, Ciclo C

Con este domingo celebramos la octava de Pascua. Los bautizados vuelven a desfilar en un sitio de honor con la comunidad y todos compartimos la alegría de los iniciados al camino del Señor. Este domingo es como el modelo de los otros domingos, un volver a recordar y revivir el misterio pascual. “Sus heridas nos han curado,” dice San Pedro en su primera carta, capítulo 2:24. En otra época se cantaban salmos y una antífona o refrán repetido al comenzar la celebración, que correspondía a los cantos de la procesión de entrada según surgiera entre los primeros cristianos. Hacer marchas y procesiones era una costumbre muy romana. Para este domingo la antífona era una cita de la epístola primera de San Pedro 2:2, “Como niños recién nacidos apeteced la leche espiritual”. “Quasimodo geniti infantes,” se cantaba en latín, por lo que este domingo se conocía como “domingo de Quasimodo”. De ahí también, el nombre del personaje del Jorobado de Nuestra Señora que muchos conocerán por l

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION -- María Magdalena, primer testimonio de la resurrección

La resurrección es parte integral del Misterio pascual. Durante la Edad Media la celebración del Misterio pascual se truncó. La Pasión y la Resurrección, una va con la otra en el Misterio pascual. Quedarse en el calvario no nos lleva a entrar en el misterio pascual.  Baste pensar en el énfasis que se le ha dado al bautismo después del Concilio Vaticano Segundo. Eso fue resultado de la vuelta a las fuentes, a los orígenes de nuestra fe. Reflexionar antes de seguir. ------- ¿Esperaría María Magdalena la resurrección? Visualicemos el desenlace final.  Meditemos un momento en la escena completa: Cristo siendo descolgado de la cruz la tarde del Viernes Santo.  ------- María Magdalena había sido liberada de siete demonios, por Jesús. (Lucas 8:2)  Quizás se trató de los siete pecados capitales como siete demonios que acosan nuestra voluntad: soberbia (sobre todo, eso, el orgullo), avaricia (la vanidad de sentirse rico y poderoso,

Reflexiones de Semana Santa, 2016

Como el pueblo judío en el desierto, sabemos que caminamos hacia la Tierra Prometida, la Jerusalén celeste (como en la procesión del Domingo de Ramos). El camino, la ruta, no se ve. No lo vemos, de inmediato.  No sabemos lo que traerá este día, ni lo que sucederá pasado mañana. No tenemos idea del rumbo que llevamos, hacia dónde vamos, más allá del horizonte al frente. Entre tanto, el camino es duro. O, puede ser duro. Hay días buenos y hay días malos; hay días menos buenos y otros, menos malos.  El camino está lleno de peligros. En un abrir y cerrar de ojos puede haber un vuelco que lo cambia todo. Uno va caminando por la calle y un carretón lo tumba, zas, quedó uno en silla de ruedas. Igual, se tropieza con un policía, entra en un altercado bobo, termina uno en la cárcel por agresión contra la autoridad.  Los pobres son los que más sufren esto. Ellos son los que sienten que su vida va sin control, ni posibilidad de llegar a poder controlar lo que va a suced