Hoy celebramos la revelación (epifanía) de Dios en Jesús, Dios encarnado. Como han indicado otros: el amor de Dios a su creación se demuestra en el haber querido asumir nuestra naturaleza humana, el haber querido venir a compartir con nosotros, a convivir con nosotros. Si nuestra condición humana fuese condenable, Jesús hubiese venido a condenar. Pero no vino a condenar, sino a revelarnos las bondades de estar vivos, en esta vida con sus luces y sombras. La primera lectura de hoy es del profeta Isaías 60,1-6. «¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!», nos dice, «Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora». La visión del profeta Isaías habla de los tiempos en que Jerusalén será la sede de un imperio de paz y armonía entre las naciones y entre los humanos. Los judíos de la Dispersión volverán y a Jerusalén llegará la riqueza de los pueblos. Llegarán reyes a rendir tributo trayendo oro e incienso y procl
Carlos Ramos Mattei