Dios, el soberano del universo, escogió hacerse humano y presentarse fuerte en su debilidad. De la misma manera que por el orgullo y la pasión del poder viene el mal, así por la obediencia de Jesús y el pacifismo y la solidaridad de los cristianos en Cristo viene el bien a este mundo. Jesús fue víctima de esa soberbia y vanidad y esa obsesión por el legalismo como pretexto para justificar lo que está mal. Con su silencio y su resistencia pacífica Jesús nos enseñó que el criterio supremo del bien no es otro que el amor al prójimo. Dios es amor. Quien ama al prójimo, ama a Dios y el amor de Dios está en él. No es sólo en nuestro tiempo que nos topamos con tiranos egoístas que siguen sus ideologías ciegas. Los vemos a todo lo largo del Antiguo Testamento. Sabemos que en todos los tiempos ha sido así, aun en los estados confesionales como los estados cristianos medievales y en los más recientes ejemplos del franquismo con su nacionalcatolicismo en España y las pretensiones...
Carlos Ramos Mattei