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Mostrando las entradas de octubre, 2023

Domingo 30 del Tiempo Ordinario, Ciclo A

  En estos días se ha estado dando en el Vaticano el Sínodo sobre la sinodalidad. Ha sido curioso darse con las objeciones de algunos tradicionalistas respecto a esta actividad. Es algo así como la falta de comprensión que tuvieron los fariseos respecto a Jesús.  El evangelio de hoy es en cierto modo una continuación del evangelio del domingo pasado. El domingo pasado llegaron a presentarle una pregunta capciosa a Jesús sobre el tributo al César. Este domingo, en la continuación de la lectura del evangelio de Mateo, Jesús reafirma lo que es esencial para Dios y que ya está en las Escrituras: el amor a Dios y al prójimo.  Amar al prójimo es intentar amarlo como Dios mismo lo ama; como Dios nos ama a cada uno de nosotros. Dios nos ama con nuestras faltas y virtudes. Porque Dios nos comprende, nos ama. Nosotros, sin comprender a veces, estamos llamados a amar ciegamente, aun cuando es posible que el prójimo sea un canalla o un inmoral decadente. Esto es lo que no comprenden los fariseos,

Domingo 28 del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Hoy Jesús cuenta la parábola del rey que ofreció un banquete de bodas.  El Reino de los cielos es como un banquete al que todos los pueblos quedan invitados.  En la parábola Jesús dice que el rey organizó la boda y mandó las invitaciones a los invitados. En aquella sociedad los invitados serían los súbditos del rey, el pueblo, invitado a celebrar la boda (la llegada del Reino). Pero los invitados —el pueblo— no hicieron caso y demostraron que no estaban interesados en venir al banquete. El rey montó en cólera y mandó a sus tropas para que atacaran a los convidados y le prendieran fuego a su ciudad.  Los que escuchaban a Jesús entendieron: Yahvé invitó al pueblo hebreo al reino de la justicia y el amor al prójimo y el pueblo no le fue fiel. Por eso envió a los asirios y los babilonios para que fueran su instrumento de castigo contra los israelitas y destruyeran a Jerusalén y sacaran a los hebreos, despojándolos de aquella tierra.  Entonces —prosigue la parábola— el rey envió a sus criad