Gustave Doré, Paraíso En el contexto del año litúrgico, esta fiesta se asocia al tema del fin de los tiempos. En el hemisferio norte (contrario al hemisferio sur) las noches se alargan a partir del 21 de septiembre (equinoccio de otoño). Los días se acortan; clarea apenas a las 9:00 a.m. y a las 4:00 p.m. ya puede estar oscuro. Los días se seguirán acortando y las noches alargando, hasta la noche más larga del año, alrededor del 21 de diciembre. En épocas antiguas, desde tiempos antiquísimos, fue natural sentir miedo ante la oscuridad creciente. Los días podrían finalmente desaparecer y entonces reinaría la oscuridad total: el fin del mundo. Puede que este año no, pero quién sabe, quizás este año sí, quizás este año es el que es. Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe. Quién sabe si esta vez sí terminamos en el fin del mundo. Y, claro, eventualmente llegará el año final. Será el momento de la plenitud de los tiempos, cuando volverá Jesús en majesta...
Carlos Ramos Mattei