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Domingo 27



La primera lectura para este domingo está tomada del libro del Génesis 2,18-24. Narra la creación de los animales de la tierra, luego de que Dios hubiese creado al primer hombre. Dios le da la oportunidad al primer hombre de ponerle el nombre a cada animal. Pero el primer hombre sigue sintiéndose solo, que fue la razón para que Dios creara los animales terrestres. 
Entonces la narración cuenta cómo Dios creó a la primera mujer. Le provoca un letargo al primer hombre y le saca una costilla y la trabaja hasta formar y hacer una mujer. El hombre se alegra y dice que ella sí es hueso de sus huesos y carne de su carne. “Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre,” añade.
La narración termina con una especie de pronunciamiento: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.”
Así se anuncia el tema principal del evangelio de hoy, el matrimonio. 
Observaciones sobre la primera lectura
Es de notar las tantas características presentes en las narraciones del libro del Génesis, que han motivado tantos comentarios de expertos y discusiones atrevidas de inexpertos. Aquí sólo busco una reflexión meditativa. 
En la segunda mitad del siglo 20 se señaló que Gn 2,19 es un pasaje nefasto relativo a la crisis ecológica y el calentamiento global que estamos experimentando. Alguien se podrá preguntar cómo es posible que se pueda cuestionar esta narración y decir que es nefasta. Bueno, es que desde hace unos doscientos años se ha venido examinando el asunto. Para comenzar, uno se puede preguntar quién fue el testigo y secretario que tomó los apuntes para después articular la narración que llega a nosotros. 
Los estudiosos católicos de las Escrituras nos dicen que debemos tomar las narraciones del Génesis como mitos y símbolos representativos de nuestra fe tradicional. Son formulaciones producto de su tiempo. Pero también expresan la fe sencilla de los hebreos y del pueblo cristiano a través de la historia. 
Dicho esto, vemos que entre los hebreos, por ejemplo, no hay una idea del pecado original como la que encontramos en San Agustín, San Anselmo de Canterbury, Santo Tomás de Aquino. Por eso uno puede plantearse cómo sería que los apóstoles vieron el hecho de la pasión y muerte en cruz de Nuestro Señor. No parecen haber visto una relación entre la crucifixión y el pecado original de Adán y Eva. No es sino a partir de Santa Helena y el deseo de encontrar la Verdadera Cruz (en mi opinión de aficionado) que se da el comienzo de ver la cruz como un símbolo del sacrificio expiatorio ante el Padre. En el arte paleo cristiano de las catacumbas no aparece la imagen de Jesús crucificado. La exclamación de “¡Oh feliz culpa!” del Pregón pascual sólo aparecerá en el siglo 4°. 

Otra manera de plantear esto es decir que se trata de narraciones humanas mediante las cuales Dios nos habla. Son narraciones humanas que a la vez son Palabra de Dios. Los hebreos siempre pensaron que hay que pasar muchos años “mascando”, rumiando, estas narraciones si esperamos escuchar la Palabra para que se convierta en semilla en nuestros corazones. 

Esto es algo con lo que ya se dieron los Santos Padres de la Iglesia como Orígenes y Tertuliano. Este último, en lo que quizás fue un exabrupto de impaciencia, llegó a decir, Credo quia absurdum; es decir, “Creo en lo que dicen los Escrituras precisamente, porque lo que dicen es algo absurdo”. Y es cierto, si las Escrituras fuesen impecablemente lógicas sería posible plantear que son un producto humano total, un verdadero invento. Es lo mismo que dice la policía cuando se presentan varios testigos diciendo exactamente lo mismo y en las mismas palabras. Eso evidencia que su testimonio resulta de su haberse puesto de acuerdo previamente entre ellos. 
Pero no; las Escrituras son un producto humano, aunque no son una fabricación. Son una expresión sincera de la experiencia de Dios en nuestra historia y en nuestras vidas. 
La experiencia de Dios es como la experiencia del amor entre nosotros. Hay familias de varios hijos y cada uno percibe a los padres a su manera. También es como la historia de un matrimonio. El amor en una pareja de novios no es el mismo de la misma pareja cinco años después, quince años después, veinticinco años después… Pasa lo mismo con la historia de la Palabra de Dios entre nosotros. 
Ese fue el descubrimiento del siglo veinte, la historicidad de la Palabra, la historicidad de Dios. Los hebreos así llegaron a decir que Dios no es una cosa, sino un verbo, un “siendo”. Esto fue posible cuando caimos en cuanto que el ser humano no tiene naturaleza…sino que tiene historia, como lo apuntara Don José Ortega y Gasset.
Es un hecho que las narraciones del Génesis se produjeron en el contexto de una sociedad patriarcal agrícola. Reflejan el modo de ver el mundo en aquel entonces. ¿De qué otra manera iban a hablar de Dios? Es como decirle a los asiáticos que sólo pueden entender a Dios en latín con categorías de pensamiento occidental y medieval. La manera correcta de entender a Dios y al mundo y la Escritura sería a través del latín y las ideas de Santo Tomás de Aquino. Y sin embargo, bendito, hay tantas organizaciones católicas que piensan de esa manera.
Los que vivieron en la época de Abrahán y en la época de Jesús les era natural pensar al modo de su sociedad patriarcal y agrícola. Y aun así, como apuntado en los párrafos anteriores, no encontramos idea del pecado original en los evangelios. No hay mención de la necesidad de un cordero que sea inmolado por la humanidad. 
No es que los primeros cristianos se equivocaron, o que Santa Helena se equivocó. Jesús puede verse como el cordero pascual de la Nueva Alianza, pero en el contexto del pensamiento posterior. Y ese pensar humano, que es dinámico, que es histórico, va descubriendo verdades que ya estaban presentes en las narraciones recibidas. De ahí la necesidad de “mascar” y rumiar las Escrituras. 
Lo que nos ha complicado la vida es la resistencia de los que no han podido ver lo que ha estado sucediendo en los últimos doscientos cincuenta años: la transformación de la sociedad debido a la industrialización. Lo que hicieron los nazis alemanes se hizo siempre en la historia de la humanidad: el genocidio causado por el prejuicio racial, la idea de la raza superior, y lo demás. La diferencia está en que el liderato nazi era una ganga de vulgares ignorantones no muy distintos a los mafiosos de Sicilia y Chicago por aquellos tiempos. 
Antes, para vestir bien o para ser un general destacado, había que ganárselo con sudor y lágrimas. Para poder manejar una espada había que pasar por el entrenamiento de un caballero, de un Samurai. Para montar a caballo, lo mismo. Y así. Pero ahora cualquier muchachito con una pistola repetidora puede humillar a un profesor de ciencias de premio Nobel. 
Ahora, cualquier morón puede humillar al hombre o la mujer de excelencia. Es patético ver las fotos de Hitler, uno que apenas llegó a ser cabo del ejército, sin instrucción ni preparación, inclinado sobre un mapa ordenando estrategia a los generales. Esa es “la banalidad del mal” como lo denominó Hannah Arendt.
Esa es la realidad de nuestro tiempo y negarla es irse a un mundo de fantasía. Es lo que le sucede a los que insisten en regirse por unos esquemas de sociedades de otro tiempo. Por eso tomar las narraciones del Génesis como algo normativo para nuestras vidas es nefasto.
Notemos el contexto patriarcal que lleva a nuestro comportamiento de niños engreídos que entonces provoca la destrucción de nuestro medio ambiente:
  • Dios primero crea al primer hombre del barro de la tierra (Gn 2,7). 
    • Entonces lo pone en el Edén, como a un hijo en la propiedad del señor del lugar (Gn 2,15).
      • Es decir, que el hijo está puesto en el Edén como el hijo de papá, que puede  hacer y deshacer a gusto. Dios es como el hacendado con su hijo.
      • Por lo pronto el primer hombre se encarga de labrar la tierra (Gn 2,15), lo que contradice lo que se dirá más tarde, de que el trabajo lo hizo Dios como castigo, como decía el negrito del Batey.
  • Entonces Dios decide crear los animales de la tierra, para el hombre.
    • “Voy a hacerle una ayuda adecuada,” se dice Dios, y procede a crear los animales del barro de la tierra. 
      • Los animales, por tanto, están ahí para ser ayuda y apoyo al hombre.
      • El hombre le pone el nombre a cada animal, como nosotros cuando le ponemos nombre al perrito que traemos a la casa. El nombre es la marca de posesión. El hombre es el dueño de los animales.  
    • Pero el hombre le dice que le falta siempre un compañero que sea como él. Dios está de acuerdo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Pero en vez de un compañero le hace una compañera.
    • De inmediato, la futura mujer aparece igual que los animales, como referida al hombre. Existe para ser su compañera y darle alegría y apoyo. 
  • Conclusión: la creación entera aparece como referida al hombre, quien está llamado a ser su dueño y administrarla. 

Pensar que todo en este mundo está referido a nosotros tiene sentido en la sociedad patriarcal. Uno vivía aislado en un territorio sin saber nada más allá de unas colinas, una sierra, algún río que establecía las fronteras naturales. Era natural pensar que ese era el territorio de la familia, el clan tal o cual. Ellos eran los dueños y señores. 
Pero hoy día no podemos tratar la tierra con esa mentalidad, mientras al mismo tiempo tenemos la capacidad de matar a niveles industriales y de destruir el balance de la naturaleza a niveles industriales. Somos la plaga que se está posesionando del árbol y lo estamos consumiendo sin darnos cuenta de que al morir el árbol, desapareceremos nosotros también. 


El salmo responsorial canta los versículos del Salmo127,1-2.3.4-5.6. Expresa el tema de este domingo: la familia. Es un salmo que se ha utilizado con este sentido para las lecturas de la liturgia asociada al tema del sacramento del matrimonio. “Dichoso el que teme al Señor,” nos dice, y luego, “Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa”. Esa es la bendición del hombre.
Observaciones sobre el salmo responsorial
La idea de la familia visualizada en el salmo confirma lo apuntado sobre la primera lectura. Refleja, no los prejuicios, sino lo que naturalmente pensaron los israelitas en su momento. En una sociedad agrícola y patriarcal fue natural pensar que una familia feliz era aquella en que la figura principal sería el padre.
La mujer en una familia feliz sería como “parra fecunda”, como una vid con numerosos ramos de uva. Y los hijos en torno a la mesa, como “ramos de olivo”. El alimento estará a la mano, porque la tierra también será fértil: “Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso”. Dios premia a los buenos y el premio será una familia alrededor de la mesa. 
El salmo ordena todo desde la mirada del patriarca. El patriarca así lo ve y no por egoísmo, o por crueldad. Entre los árboles no se ve el bosque. Algo que se ve de una manera dentro del bosque puede verse de otra cuando uno mira desde fuera.
Cuando uno camina, explora, se aventura, viaja…entonces ve el bosque y aun llega a saber que no todos los bosques son iguales. 
A diferencia de los animales, los seres humanos hemos podido sobrevivir en diversos ambientes ecológicos. Hay bacterias que viven a la orilla de la boca de los géiseres pero mueren si se les traslada a una nevera. Hay peces de agua salada que no sobreviven en el agua dulce. Los humanos lo mismo vivimos en el Polo, que en el Ecuador. ¿Se ha visto algún simio por la tundra de Siberia? 
Los animales tienen instinto y los humanos tenemos “cultura”: nos ponemos ropa, por ejemplo. Los animales viven en manadas; los humanos, en sociedades inventadas. Lo específicamente humano es vivir a contracorriente con la naturaleza. La “cultura” es algo artificial; lo humano es ser simios. 
No es que alguien se sienta y le impone a la tribu una manera de pensar o un tipo de vestido. La manera de pensar y la manera de vestir evolucionan, son algo histórico. Son como los idiomas. No es que alguien decide los giros lingüísticos y los impone y por eso es que hay tantos lenguajes en el planeta.
Puede suceder que unos usos y costumbres queden caducos, desfasados. Es lo que sucede con algunos bolsillos en la indumentaria masculina que se conservaron por algún tiempo, para guardar el reloj de bolsillo y el ojal para la leontina.
De la misma manera sucedió con los botones en los pantalones, para los tirantes. Y la costumbre de recogerle el pañuelo del piso a la dama. En otra época el varillaje interior de la dama no le permitía inclinarse a recogerlo. Se sigue la costumbre, aunque haya desaparecido el motivo. 
Lo mismo podemos decir de la mentalidad patriarcal que expresa el salmo de hoy. Es una visión que habría que corregir. ¿Cuál es la idea fundamental? Simple: Dios premia al ser humano, hombre o mujer, de conducta que toma en cuenta a Dios. Lo demás son detalles.
Pasa lo mismo con los relatos del Génesis. Hay que ver la idea fundamental. No hay que dejarse cegar por el carapacho.


La segunda lectura está tomada de la Carta a los Hebreos 2,9-11. “Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pa­sión y muerte,” nos dice. Jesús padeció y de esa manera fue sometido al sufrimiento por Dios, quien quiso “perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación”. Jesús es el nuevo Moisés que guía a una multitud de hermanos a la gloria. Y termina: “El santificador y los santificados proceden todos del mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
Le segunda lectura de hoy tiene como enfoque al Jesús de la Carta a los Hebreos. Se da en el contexto de Jesús como Sumo Sacerdote ante el Padre que puede asumir ese papel porque es también nuestro hermano. 
En mi reflexión de aficionado, no veo cuál sería la intención de los que compusieron las lecturas del año litúrgico, al ubicar este pasaje como asociado al tema del matrimonio. Si se tratase de una continuación de la lectura del domingo anterior, entonces se entendería. 


El evangelio de hoy continúa la lectura del evangelio de Marcos 10,2-16.
Como en otros domingos, podríamos descomponer la lectura del evangelio de hoy en temas.
El divorcio
Al comienzo del evangelio los fariseos se acercan a Jesús y para ponerlo a prueba le preguntan si estaría permitido que un hombre se divorcie de su mujer.
Según la ley esto estaba claramente permitido. “Si un hombre se casa con una mujer, y después descubre en ella algo que no le agrada, le escribirá un acta de divorcio, se la entregará y la despedirá de su casa” (Dt 24,1).
Véase: el hombre podía repudiar a la mujer por cualquier cosa que descubra después de casarse. Es como comprar una casa, o un auto, y poder devolverlos al tiempo porque tienen “satisfacción garantizada”. 
Esto me trae a la mente varios puntos sobre el contexto que habría que tomar en cuenta para ver el sentido de lo que plantea el Deuteronomio.
    1. El marido tiene autoridad absoluta para aceptar o rechazar la mujer, aun después de casados. El matrimonio no es un estar encadenado a la mujer, desde el punto de vista masculino.
    2. En los tiempos del Génesis y de seguro también en los del Deuteronomio, los patriarcas practicaban la poligamia y tenían varias mujeres. 
      1. El harén del patriarca fue una tradición que continuó hasta nuestros tiempos. 
      2. Estaba la manada de corceles y el harén, como señal de prestigio.
      3. Uno podía prestar la mujer como quien presta su cabalgadura, en un momento de aprieto (Génesis 12,14-20).
      4. Molestarse con una mujer era como molestarse con uno de los caballos, o uno de los camellos, o una de las ovejas. Uno podía disponer de ella y seguía con el resto de la manada.
      5. Estaba el hecho, también, que al momento de comprar la mujer (de nuevo, como se compra una cabalgadura, o una esclava)
        el hombre no veía a su futura esposa y si la veía, quizás se le presentaba velada. Por eso podían haber sorpresas una vez casados, como también se dio en el caso de Jacob y Lía (Gn 29,25).

Como tantas veces en la historia humana, con el tiempo una ley que apareció en un contexto, luego se aplica indiscriminadamente en otros contextos. Algo que tenía sentido en Alaska o en Galicia, luego se aplica a Barcelona y a Puerto Rico. La legitimidad de repudiar una mujer en tiempos del Génesis adquiere otro cariz más tarde. 
No es lo mismo repudiar la mujer entre nómadas, que en una sociedad “civil”, es decir, en la ciudad. Al hacer pan o bizcocho, hay que tomar en cuenta si uno está en la costa (nivel del mar) o en la montaña a tres mil metros sobre el nivel mar. El contexto que aquí se considera es la realidad misma. Es el error de los que aplican sus ideas sobre la eutanasia o el aborto y en este caso, el divorcio, pensando que eso de la “situación” no tiene que ver.
El contexto no desvirtúa lo fundamental, sino que lo concretiza, lo “encarna”. Sin el contexto, lo fundamental es algo indefinido. Tomemos el color verde, como el verde de la yerba. Según se refleja la luz sobre la yerba, hay una multitud de tonalidades de verde. La intensidad de la luz hace que el verde se “encarne” en diversos tonos. Está el verde azul, el esmeralda, el oscuro que es casi negro. 
Las normas que aplican en un contexto, no aplican en otro contexto. Trate usted de flotar en el aire. Pero en una nave espacial, sí puede flotar. Esa es la realidad. El problema surge cuando uno no está al tanto de la relación entre las reglas y el medio ambiente, lo que es peligroso.
Así, se puede interpretar a Deuteronomio 24,1 como una autorización para repudiar la mujer sólo porque quemó la comida, fue desobediente, se puso arrugada y desagradable, cosas así. Pero…¿esa es la conducta de un justo, de uno que respeta a Dios y tiene buenos sentimientos en su corazón?
No es lo mismo dejar a una mujer a la deriva en un bosque o una pradera, donde ella puede buscárselas, que en la ciudad, donde queda desamparada. En el campo, una mujer hasta puede llegar a cultivar una hortaliza para comer. En la ciudad termina como prostituta, o deambulante, como sucedió a lo largo de la historia de la vida en las ciudades. Por eso los primeros cristianos mencionan con frecuencia el deber de caridad, de proteger a los huérfanos y a las viudas. 
Este es el tipo de discusión que ocupaba a los fariseos y ese es el tipo de discusión que le propusieron a Jesús en el evangelio de hoy. 
Jesús se pronuncia de manera contundente: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Jesús prohíbe el divorcio de manera fulminante.
Las enseñanzas en secreto
A continuación el evangelista intercala una conversación privada entre Jesús y sus discípulos, para aclarar la dureza y quizás para ellos en aquella época, la extrañeza de su oposición tajante al divorcio.
  1. Jesús se explica: la razón para decir que uno no se puede divorciar está en el hecho del adulterio. “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, co­mete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.”
  2. Nótese algo importante aquí. Lo que Jesús prohíbe no es el divorcio, porque su criterio es el adulterio.
    1. Al divorciarse uno no comete adulterio, sino que simplemente repudia a la mujer, algo que estaba permitido bajo la ley de Moisés. 
    2. Lo que Jesús (desaprueba) es volverse a casar. 

Aparte de lo anterior, vemos aquí un ejemplo del tema que se repite, de las enseñanzas en privado con los discípulos. Es algo que llama la atención. Jesús no está proclamando estas enseñanzas por la calles. Es algo que comparte aparte con los allegados. 

Dejad que los niños vengan a mí
El tercer tema de la lectura del evangelio de este domingo es el de los niños que la gente trae para que Jesús los toque y los bendiga. La gente reconocía que él estaba poseído del espíritu de Dios y por eso querían traerle a sus hijos para que él les impusiera las manos. 
Los discípulos, igual que sucedió el domingo pasado, mostraron una falta de comprensión y actuaron al modo humano. Comenzaron a regañar a los que traían sus niños, como si Jesús no tuviera tiempo para ellos, o si se sintiese importunado. 
Entonces, Jesús les dice, “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entra­rá en él”.
Jesús también aprovecha esta ocasión para subrayar la candidez, la sencillez de corazón que se supone caracterice a sus seguidores. Sin esa sencillez de corazón, sin dobleces, no es posible entrar en el Reino. 
Comentario: la candidez cristiana
Vale repetir la cita del evangelio: “El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
  1. Uno podría pensar que se trata de aceptar el reino de Dios “con la fe de un carbonero” como decía Unamuno. Es como decir, “sólo los cándidos y los incautos que se creen esto irán al cielo”. Pero eso no es cierto.
  • Es una dificultad que aparece cuando se toma la fe como una idea, una convicción. Es la dificultad que han tenido los cristianos en el diálogo con el mundo moderno.
  • Otra cosa es tomar la fe en términos pragmáticos, como una práctica que traduce nuestra relación con Dios. 
    • Entonces la fe resulta ser como la práctica que traduce nuestra relación a una persona amada.
    • Nuestra relación a una persona amada está llena de zozobras y sobresaltos, cuando hay pasión. 
    • Entre adultos, la relación entre amigos y entre esposos y entre conocidos puede ser una rutina. La diferencia entre una relación rutinaria y una relación viva es, precisamente, la preocupación, la atención a la relación, al otro, a la actividad con el otro.
  • La realidad nunca se puede captar a cabalidad.
    • Iluso es el que se cree que capta la realidad de una situación entre amigos; en el seno de un grupo, una asociación; en el seno de un noviazgo, un matrimonio. 
      • Lo que sucede es que uno se cansa de pensar y de “bregar”. Es más fácil entrar en rutinas. Uno deja de lado la candidez del primer momento, de la niñez.
      • Pasa lo mismo en los juegos de ajedrez. Había una predicción de que una máquina jamás podrías vencer a un humano en el juego de ajedrez. La máquina tendría millones de datos en su memoria, pero el ajedrez es un juego de estrategia. 
        • Para comenzar, está la estrategia de exhibir una conducta errática, excéntrica, impredecible, que desenfoca al oponente. Pero eso no se le puede hacer a una máquina. “No es lo mismo hablarle al pilón, que al gobernador,” como dijo el jíbaro que vino como líder de una delegación a Fortaleza. 
        • Para jugar ajedrez con una máquina uno no puede venirle con cuentos. Ahí está la diferencia entre los modernos y los posmodernos. Los modernos se creen que la fe es como pensar al modo de la máquina. Los posmodernos creen que la fe es como pensar al modo de los humanos. Los humanos, si vamos a ver, no piensan; los humanos actúan.
        • Para terminar el ejemplo del ajedrez. El jugador se pasa todo el tiempo calculando estrategias. Pero no puede anticipar más de tres jugadas futuras. Si se complica mucho el juego, se cansa y deja de pensar.  Los programadores entonces decidieron concentrar en programarle estrategias a la máquina. Con todo y eso no pudieron vencer al campeón hasta después de dos encuentros.
  1. Entonces, la fe es un asunto de conducta, no de pensamiento. ¿Cómo cuadra esto con decir que hay que ser “como un niño”?
  • Está el caso de subir una escalera (más aún si es una escalera mecánica). Uno sube la escalera sin fijarse en lo que hace. 
    • Ese sería el equivalente de la fe del carbonero, del que no se fija en la realidad de su mundo. (Como en el ajedrez, esto no es cosa fácil. Pensar da trabajo.)
    • Otra cosa es la experiencia del cojo, del tullido, del impedido. Para esa persona subir al piso de arriba será problemático y verá la realidad de la escalera. 
      • Por eso las prostitutas y los publicanos (los corruptos del gobierno) irán al frente a la hora de entrar al Reino. Son los que se enfrentaron a la realidad como un problema…y reconocieron el problema.
      • Tener fe es reconocer que hay un problema.
      • Los maduros no necesitan la fe. Tienen el problema de subir la escalera resuelto, por así decir; ni tan siquiera lo ven.
    • Los niños son los que encuentran que vivir es un problema sin solución.

Comentario: el tema del divorcio
Resulta curioso cómo ha evolucionado el tema del divorcio en la iglesia católica romana y en la iglesia católica anglicana. Está el caso del rey Eduardo VIII en la década de 1930, que se vio forzado a abdicar al trono para poder casarse con la divorciada Wallis Simpson.
Entre tanto Roma divorció, casó, volvió a casar y divorciar a diversos personajes de sangre azul a través de la Edad Media. Y a los orígenes del catolicismo anglicano está el divorcio del rey Enrique VIII. Si no hubiese sido que el papa estaba bajo fuerte presión del sobrino de su esposa (la reina inglesa, Catalina de Aragón, era hija de los Reyes Católicos Fernando e Isabel y hermana de Juana, la madre del emperador Carlos V)… 
En nuestro tiempo está el caso de Ethel, la esposa de Ted Kennedy, el hermano menor del difunto presidente asesinado. Después de años de matrimonio y unos cuantos hijos (como buenos católicos irlandeses) decidieron separarse. Entonces fue sorprendida por un proceso de anulación del matrimonio que Roma aprobó sin más reparos. Su reacción para la prensa fue, “¿Cómo que nunca hubo matrimonio? ¿Mis hijos ahora son bastardos?” 
Hace par de meses el heredero sexto en línea al trono inglés se casó en la capilla de Westminster con Meghan Markhle, divorciada, plebeya y mestiza. 
Por su parte el papa Francisco provocó a los tradicionalistas cuando invitó a que se admitiera a divorciados a recibir la comunión según los casos. Este fue uno de los motivos que llevó a la conspiración para desprestigiarlo durante su visita reciente a Irlanda.

De la misma manera que Jesús regañó a los discípulos cuando quisieron evitar que le trajeran a los niños y de igual manera que los regañó por haber estado discutiendo quién sería el más importante en el Reino, así también, pienso, Jesús regañaría a los tradicionalistas que consideran que es más importante hacer valer las leyes, que reconocer las necesidades de los que sin ninguna malicia piden acercarse.


 …………

Un ejemplo de los tradicionalistas en prácticas de prensa amarilla, tendenciosa. El papa aparece como apesadumbrado, pero en realidad está hablando con una persona en el asiento y por eso está inclinado, atento. La noticia en sí es una tergiversación, algo evidente para el que supo de la noticia en la prensa normal y sin segundas intenciones. Los autores de esta página de supuestas noticias vaticanas ciertamente no son sencillos de corazón. El enlace es a la página de INFOVATICANA


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