En el evangelio de hoy (Juan 3,14-21) el fariseo Nicodemo va a ver a Jesús de noche. Jesús le anuncia el evangelio, la buena noticia, el motivo de alegría, porque Dios no se ha olvidado de nosotros y nos ofrece la salvación en la misma persona de él, de Jesús. "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna," le dice Jesús. La primera lectura de hoy (2 Crónicas 36,14-16.19-23) nos presenta al pueblo de Israel y Judá, que no fueron fieles a Dios y cometieron todo tipo de maldades y pecados. Aun cuando Dios envió profetas ellos se burlaron de los profetas y hasta los persiguieron. Por eso Dios encolerizado los abandonó para que fueran víctimas de los asirios y los babilonios, que los expulsaron de su territorio. Entonces Dios decidió traerlos de nuevo y restaurarlos como pueblo a través de Ciro, emperador de Persia, que autorizó la vuelta del destierro y la reconstrucción