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Mostrando las entradas de junio, 2011

Los cambios en la tradición cristiana

Obispo con capa y armiño En época del Concilio Vaticano II se regó la idea de que todo estaba cambiando en la Iglesia. Hoy, unas décadas después, hay quien quisiera decir que tales cambios fueron producto del capricho de la banalidad de algunos y en todo caso, que el Concilio no hizo un llamado a tanto cambio. Igual, nos dicen que en realidad no fue tanto lo que cambió. Lo primero que habría que decir es que no tiene sentido obsesionarse con la idea del cambio. Lo importante no es si la Iglesia cambió, si debió cambiar, si no debió... si sí o si no cambió. Lo importante es el evangelio y la predicación del evangelio. Lo importante es la misión evangelizadora, esa es la verdadera finalidad de la Iglesia. Luego, el cambio es un medio y debe estar subordinado a esa finalidad. De lo contrario, nos corremos el riesgo de crear fetiches -- ídolos -- de las formas "progre" y de las formar "carcaj", es decir, de las formas de cambio progresista o de las formas de cam

La reforma de la reforma

El presbítero Ratzinger y el teólogo Ives Congar Hay quien pueda pensar que el tema del Concilio Vaticano II no es relevante hoy día, toda vez que la Iglesia Católica está desmantelando las reformas que llegaron con el Concilio. El Papa Benedicto XVI de hecho ha hablado de “la reforma de la reforma”. Esto es, ha estado hablando de la necesidad de revisar las reformas que se efectuaron con el Concilio y en particular, la reforma de la liturgia. En ese contexto esta publicación no es un llamado a volver al pasado. Esto sería cometer el mismo error de los tradicionalistas que desean volver a los tiempos preconciliares. El pasado ya no se puede repetir y por algo se vio la necesidad de cambiarlo, por las limitaciones y defectos que tenían los usos y costumbres que fueron reformados, “reformulados”. Papa Juan Pablo II en México, 1979 Claro, de la misma manera que hace cincuenta años se vio la necesidad de reformar muchas cosas en la Iglesia Católica mediante las medidas del Conc

Pentecostés

Es un hecho de que Jesús nunca bautiza en los evangelios. Lo que pone como condición para ser uno de los suyos es “seguirle”. Igual, le da importancia a la fe. Finalmente, y como un tercer elemento Jesús habla del bautismo del Espíritu. Lo mismo encontramos en Hechos de los Apóstoles, por ejemplo. En el capítulo 11 Pedro se encuentra con un grupo que recibe el Espíritu mientras él está predicando, sin que todavía hubiesen sido bautizados. Pedro entonces dice, “Había empezado yo a hablar cuando cayó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio había caído sobre nosotros. Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: ‘Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo’. Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?”. Vale repetir la cita. Jesús dijo, "Juan bautizó con agua pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo&qu

La Ascensión del Señor

Tumba de Galileo en Florencia Para los cristianos, uno de los problemas de la época moderna es la desaparición del cielo como un lugar donde está Dios y la corte celestial. Hasta la época moderna la dimensión divina o espiritual fue también una dimensión física. Para Aristóteles, por ejemplo, no es posible concebir el alma separada del cuerpo. Por eso fue natural pensar en la resurrección y la ubicación de los salvados en un lugar físico, lo mismo que el envío de los condenados al infierno. Pero con la época moderna surgió una separación extrema entre alma y cuerpo, al estilo de Descartes, que sólo podía concebirse a sí mismo como un algo pensante, un ser pensante, mientras dudaba de la realidad de su cuerpo y del mundo material. Esto llevó a la valoración de la ciencia y la potencia del pensar, que podía dar cuenta del mundo o universo. Con el desarrollo de la astronomía surgió la duda sobre ese espacio físico “allá arriba”, el cielo, donde estaría el trono de Dios y lo