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Espíritu Santo, fuego de la verdad viva que vivifica |
En el evangelio de hoy Jesús nos dice que no ha venido traer paz, sino división.
También podemos decir que el tema de las lecturas de hoy es el miedo a la verdad. Veamos.
«He venido a prender fuego a la tierra,» dice Jesús a sus discípulos en el evangelio.
Ciertamente Jesús vino a activarnos, a traernos el Espíritu, para que tengamos vida, vida en abundancia, vida eterna.
También sabemos que el anuncio de Jesús provocó división entre los que le escuchaban, al punto que algunos al escucharle decidieron que había que oponerse a lo que él decía. Esa controversia eventualmente hizo que fuera crucificado.
¿Dios quería traer división? Es una pregunta parecida a la de, ¿Dios quiere traer el mal al mundo?
Dios crea, Dios habla. Nos toca a nosotros reaccionar, responder.
No entendemos bien la creación y es posible que sea imposible entender del todo. Tampoco entendemos bien lo que Dios dice, en su Revelación. Hacemos lo mejor que podemos para captar a Dios.
De alguien con fe lo que se espera, como cristiano, es la honestidad; que es como decir, la humildad. Un buen cristiano va a la escucha de Dios. Así es como nos ponemos a considerar el evangelio de hoy.
Ese dicho de Jesús puede ser hipérbole, exageración. Puede ser un modo figurado de hablar, como una indirecta. Puede que se refiera a que su anuncio provocará discusión, sorpresa, oposición. «Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!». Jesús anticipa su martirio a causa de la incomprensión y la oposición a su predicación.
Nos podemos preguntar, ¿no vino Jesús a traer paz? Claro que sí. Pero también sabemos que su predicación provocó oposición de los que no entendieron o se sintieron amenazados por su mensaje.
El anuncio de la verdad ya de por sí provoca reacción hostil en los que se identifican con el error. Que alguien busque la verdad ya provoca ansiedad en los que prefieren no pensar y han asociado su vida a lo que la verdad cuestiona.
Por ejemplo, Jesús denunció los errores de los fariseos, igual que denunció lo que habían hecho con el templo, que lo habían convertido en un lugar de negocios y no de oración.
Jesús sabía que su vida estaba en juego, que tendría que pagar con su vida al cumplir con la misión de inaugurar el Reino de Dios, el Reino del amor al prójimo y de las bienaventuranzas, en que los humildes heredarían la tierra. Ese era el bautismo de fuego con que quería ser bautizado para beneficio de todos nosotros.
La primera lectura (Jeremías 38) narra cómo Jeremías es capturado por sus enemigos por profetizar lo que ellos no querían escuchar. Lo metieron en un aljibe (un depósito de agua de lluvia) donde por poco muere de hambre y sed, hasta que el rey ordena que lo saquen. Jeremías es figura de Cristo en relación al evangelio de hoy, en cuanto vino al mundo para profetizar y sus profecías (revelaciones) provocaron intranquilidad, oposición, riesgo de muerte.
Con el salmo responsorial (salmo 39) alabamos a Dios que se acuerda de nosotros en medio del peligro, como se acordó de Jeremías.
La segunda lectura continúa la lectura de la carta a los Hebreos. «Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia,» nos dice y más adelante añade, «Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo». Recordemos también lo que nos dijo Jesús en los evangelios en los domingos anteriores: allí donde está nuestra tesoro, allí estará nuestro corazón.
Algunos católicos tradicionalistas creen en librar una guerra santa contra la sociedad moderna. Por eso no comulgan con los valores de la democracia o de la simpatía y comprensión hacia los demás. No se dan cuenta de que esa no es una postura acorde con el evangelio, con nuestra fe de cristianos.
La predicación de la interpretación de la Ley según la perspectiva del amor a Dios y al prójimo puede provocar «fuego» entre los cristianos y la sociedad, como lo vivió Martin Luther King Jr., por ejemplo. Más escandaloso es cuando provoca «fuego» entre los mismos cristianos (como la división entre las iglesias orientales y Roma). Este último no es el tipo de «fuego» al que Jesús pudo referirse.
Está el caso reciente de la prohibición a la comunidad musulmana de Jumilla (Murcia, España) que se les prohibió la celebración del fin del Ramadán en el polideportivo del pueblo, una fiesta musulmana que de un tiempo a esta parte se efectuaba allí. Fue una medida promovida por políticos de la ultraderecha en abierto desafío a la libertad de culto establecida por la constitución española. La Conferencia Episcopal Española (portavoz oficial de los obispos) declaró que fue una medida de discriminación no compatible con los países democráticos. Pero algunos obispos tradicionalistas no estuvieron de acuerdo y así lo han expresado en estas últimas dos semanas en abierto desafío, no a la autoridad de la Conferencia Episcopal, sino al mismo evangelio que ellos supuestamente profesan.
Tengamos cuidado de no convertirnos en fariseos. Tengamos cuidado de no convertir la observancia de las leyes en un pretexto para promover nuestras cegueras y prejuicios. Es una de las grandes tentaciones de todo cristiano.
Una cosa son las divisiones a causa de nuestras ideas y prejuicios y otra, las divisiones a causa de la solidaridad del amor y del anuncio de la Buena Nueva a los paganos que no creen en el amor al prójimo, ni tienen idea del temor de Dios.
Invito a ver mis apuntes (oprimir sobre el año):
2016 – con comentarios sobre las lecturas
2019 – con comentarios generales
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