El año nuevo trae buenas noticias. El Vaticano y la Federación Mundial Luterana han constituido una comisión conjunta con el propósito de lograr unos acuerdos que, aunque sea en parte, sanen la división entre ambos de manera que en el 2017 sea posible celebrar conjuntamente el 500 aniversario del inicio de la Reforma Protestante. En 1517 Lutero clavó sobre las puertas de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis y desde entonces se ha aludido a esta fecha como la que simboliza el inicio de la Reforma Protestante.
Ya en 1999 hubo una declaración conjunta entre representantes del Vaticano y de las iglesias luteranas a los efectos de subrayar lo que nos une y hay de común en cuanto a la doctrina de la salvación por la fe. Los católicos reconocieron que la fe es un don de Dios que los humanos no podemos lograr por nuestra cuenta propia y que la salvación no es algo que nos ganamos por nuestros méritos. Los luteranos reconocieron que las buenas obras son una consecuencia natural de la conversión y la experiencia de la fe como encuentro personal con Cristo. Por esas mismas fechas el Papa Juan Pablo II dijo que Lutero fue un hombre de una piedad profunda.
A partir de ese comienzo ahora la nueva comisión conjunta explorará otros puntos de convergencia entre luteranos y católicos, dado que profesamos de todos modos una fe común dentro de la tradición del cristianismo.
En su última visita a Alemania el Papa Benedicto 16 visitó el monasterio de Erfurt, donde estuvo Lutero y donde desarrolló parte de sus ideas. En esa ocasión el Papa dio un discurso en que expresó una gran esperanza por el diálogo según subrayó el cardenal Kurt Koch, que presidirá el grupo católico en la comisión conjunta con los luteranos. El cardenal Koch preside el Consejo pontificio para la unidad entre las iglesias.
Sobre todo, el cardenal Koch en su comunicado reconoció que Lutero no tuvo la intención de provocar un cisma y que actuó de muy buena fe. Era evidente a todos que la Iglesia necesitaba reformarse tanto como institución, cuanto en su vida espiritual. Luego los acontecimientos se complicaron con la intervención de políticos y militares y otros intereses ajenos a la religión y el movimiento de la Reforma terminó adquiriendo una vida propia. De ambos bandos, católicos y luteranos, también ha habido un reconocimiento que ambos faltaron y que la historia hubiera sido distinta si hubiera habido mayor ánimo de diálogo y aceptación de las propias faltas. Es hora de aceptar que ambos bandos han sido culpables por la división. Esto es verdaderamente una novedad para el Vaticano.
Siempre propuse en mis cursos universitarios que Lutero salvó al cristianismo de desaparecer a manos de la corrupción del papado y de la mentalidad renacentista. Por eso, como cristiano, la Reforma Protestante es motivo de alegría.
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