Hoy Jesús cuenta la parábola del rey que ofreció un banquete de bodas.
El Reino de los cielos es como un banquete al que todos los pueblos quedan invitados.
En la parábola Jesús dice que el rey organizó la boda y mandó las invitaciones a los invitados. En aquella sociedad los invitados serían los súbditos del rey, el pueblo, invitado a celebrar la boda (la llegada del Reino). Pero los invitados —el pueblo— no hicieron caso y demostraron que no estaban interesados en venir al banquete. El rey montó en cólera y mandó a sus tropas para que atacaran a los convidados y le prendieran fuego a su ciudad.
Los que escuchaban a Jesús entendieron: Yahvé invitó al pueblo hebreo al reino de la justicia y el amor al prójimo y el pueblo no le fue fiel. Por eso envió a los asirios y los babilonios para que fueran su instrumento de castigo contra los israelitas y destruyeran a Jerusalén y sacaran a los hebreos, despojándolos de aquella tierra.
Entonces —prosigue la parábola— el rey envió a sus criados para que invitaran a todo el que se encontraran en el camino para que vinieran al banquete, al Reino de Dios, reino de justicia y amor al prójimo.
Luego de la destrucción de Jerusalén setenta años después de Cristo (después que Jesús contara esta parábola) los cristianos helenistas interpretaron de nuevo que Dios había abandonado al pueblo judío a su suerte y que ahora el Reino se le ofrecía a los gentiles, a los paganos. Pero eso sí, era necesario convertirse y bautizarse, revestirse de la gracia de Dios como dijera san Pablo. Ese sería el vestido apropiado para compartir en el banquete de bodas junto a Jesús en las asambleas cristianas.
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Recordemos que inicialmente los cristianos fueron judíos entre judíos. El cristianismo fue una secta judía entre otras sectas judías. Pero ya en Hechos de los apóstoles y en san Pablo vemos la controversia que se suscitó entre los que rechazaban las prácticas de la Ley y los que insistían en el cumplimiento de la Ley al pie de la letra. Esto llevó a que se diera un proceso de rechazo a la secta cristiana entre los judíos de la Dispersión. Los cristianos fueron expulsados de las sinagogas y comenzaron a formar sus propias «sinagogas» o asambleas cristianas. Esta tensión entre judaizantes y «helenistas» —nos dicen los estudiosos— se nota ya en el evangelio de san Juan como en las polémicas de Jesús con los fariseos, lo mismo que en parábolas como la de hoy. En ese proceso los cristianos fuimos olvidando nuestras raíces judías y comenzó a darse lo que luego será el antisemitismo medieval que dura hasta nuestros días.
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En estos días se aviva de nuevo la hostilidad entre los israelitas y palestinos con los actos terroristas perpetrados por la organización extremista de Hamas y la reacción igualmente extrema del gobierno del estado de Israel.
Independientemente de la tragedia de esta guerra notemos que una cosa son los ideales religiosos y otra la dimensión de los asuntos humanos. El ideal religioso de las Escrituras está claro: justicia y amor al prójimo, que es lo que enseñó Jesús. Ese es un ideal común a judíos, musulmanes y cristianos.
Otra cosa es lo que vemos en el terreno de la política y la sociedad.
Los líderes de la nación judía instigaron la muerte de Jesús olvidando los preceptos de la Ley. Pero eso no quiere decir que todos los judíos mataron a Jesús.
Hamas ha perpretado terribles crímenes terroristas el sábado 7 de octubre de 2023, imposibles de justificar por el Corán. Israel ha contestado de una manera análoga, algo que tampoco se justifica en la Ley. No es que todos los palestinos están de acuerdo con ese modo de actuar, ni tampoco hay que decir que todos los israelitas van a estar de acuerdo con eso.
Estos son sólo unos apuntes sin pretensión de presentar un análisis exhaustivo.
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