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Mostrando las entradas con la etiqueta democracia

Domingo 32, Tiempo Ordinario, ciclo B

La primera lectura para este domingo está tomada del libro 1° de los Reyes 17,10-16. El profeta Elías huye de Israel (Reino del Norte) y llega a la ciudad de Sarepta, que estaba en territorio fenicio al pasar la frontera. Quizás implica que ya se sentía más seguro. Pero se encuentra que allí hay una gran sequía y probablemente una gran hambruna como las que vemos hoy día en otros lugares del Oriente Medio, por ejemplo, Etiopía. Cuando hay escasez se da un sálvese el que pueda y los más fuertes agarran lo que hay y los más débiles quedan a la deriva. Peor sería para un extranjero transeúnte que no conocía, ni la gente, ni la región. En ese contexto el profeta se encuentra a una viuda allí, a las puertas de la ciudad.  Pienso que los desesperados y los más pobres se sentarían a la puerta de la ciudad como hacen los pordioseros pidiendo limosna a las puertas de las iglesias (y en las esquinas y semáforos por donde hay mucho tráfico). No necesariamente hay que imaginarse la viu

Domingo 29, Tiempo Ordinario, ciclo B

La primera lectura para este domingo está tomada del libro de Isaías 53,10-11. Son unos versículos del Canto al Siervo de Yahvé. “El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación,” nos dice. Por eso prolongará sus años y verá su descendencia. Es que, “lo que el Señor quiere prosperará por su mano”. El Canto al Siervo de Yahvé siempre ha intrigado. Quién sabe, pienso, si se entremezclaron, ya desde la primera producción del manuscrito, líneas de diversos contextos. Por un lado, dice que Dios quiso triturarlo y entregar su vida; por otro, si al Señor le parece le hará prosperar.  Que Dios es soberanamente libre para hacer lo que le parezca, eso es innegable. En la tardía Edad Media los escolásticos se plantearon esto mismo. ¿Quiénes somos para imponerle a Dios lo que tiene que hacer? No es posible obligar a Dios con nuestras oraciones y penitencias y cosas parecidas.  No es que uno puede llegar al cielo y obligar a Dios a darle a uno el boleto

Domingo 23, Tiempo Ordinario, Ciclo B

Nicolás Poussin, siglo 17 La primera lectura para este domingo está tomada del libro de Isaías 35,4-7a. “Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis»,” comienza el pasaje de la lectura de hoy. En medio de la desgracia del cautiverio babilonio el profeta anima al pueblo a no perder la fe y la esperanza.  Los contratiempos suelen venir en tandas y a veces se nos acumulan. Uno termina en el fracaso, derrotado. Así estaba el pueblo de Israel, humillado. Los babilonios abusaban de ellos, los maltrataban. Los israelitas eran como los esclavos en las islas del Caribe, vistos como salvajes de otras tierras cuyos dioses eran superstición. Entonces el profeta anuncia la liberación. Dios sabe de nuestras dificultades y vendrá en nuestro auxilio. “Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona,” dice.  En ese contexto es que ubicamos la vida y hechos de Jesús. Dios mismo ha venido. Y ha venido en persona para “darnos la mano”.  Vale citar el resto del