En mi continuo trabajo de pulir la publicación que espero poder traer a la luz pública el año que viene, me he encontrado recientemente con algo que deseo compartir con mis lectores, bien si una semana después de la celebración de la Fiesta de Corpus Christi.
En una publicación de 1949, Corpus Mysticum: L’Eucharistie et l’Église au moyen âge (Paris: Aubier) Henri de Lubac demuestra cómo el término “cuerpo de Cristo” antiguamente se refería a la Iglesia, mientras que “cuerpo místico” se refería a la eucaristía.
Esto revela que es cierto lo que muchos hemos pensado, que durante el primer milenio no había tanta preocupación sobre la realidad física de Cristo en la eucaristía. La realidad mística de la eucaristía y la realidad física de la asamblea (cuerpo místico y cuerpo de Cristo) hacían que el asunto de la “Presencia Real” ni tan siquiera surgiese. Con el empobrecimiento de la liturgia en la Edad Media y comenzando con las invasiones de los bárbaros, se concentró la atención sobre la Real Presencia en el pan eucarístico y se olvidó la Real Presencia de Cristo en la asamblea de los bautizados.
Es este tipo de cosa que espero poder desarrollar para beneficio de mis lectores en la publicación sobre Vaticano II que estoy terminando. Es imposible que uno esté al tanto de todo y por eso trabajos de publicación como el que me propongo son importantes. Yo mismo no puedo decir que he leído tan ampliamente autores como de Lubac, Congar, et al, que proveyeron los fundamentos para Vaticano II. (En la foto arriba, de Lubac; abajo, el entonces Padre Ratzinger con Fray Ives Congar, OP.)
Pero si a algo espero provocar conciencia es a reconocer también que nuestro Benedicto XVI con todo su bagaje intelectual patina en el error al no estar al tanto de más de un concepto. Ello ha quedado evidente en su respaldo a la liturgia tridentina, entre otras cosas.
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