Para los que tenemos fe, se hace difícil visualizar lo que es no tener fe.
Uno piensa que todo el mundo tiene al menos el hecho de su fe como un horizonte que está ahí, pero que no le prestan atención, algo así como el aire que respiramos. Entonces, cuando surge alguna crisis, como la muerte de algún ser querido, aparece también ese horizonte de fe que siempre estuvo ahí.
Cuando empecé a dar clases, asumí el punto de vista del ateo en mis explicaciones. Pero pronto me percaté que mis estudiantes no eran ateos. A partir de entonces seguí ofreciendo mis cursos desde la perspectiva de ellos, de cristianos “de la periferia”.
En los evangelios Jesús habla de “aumentar la fe”. Los discípulos piden que su fe aumente (Lucas 17:5) y Jesús les dice que si tuvieran fe, moverían montañas o harían que los árboles se arrancaran de raíz y se plantasen en el mar. La verdad es que también se hace difícil visualizar ese tipo de fe. Casi pareciera que Jesús estaba predicando el tipo de fe barata de los filósofos del “poder del pensamiento positivo”, como si las enfermedades y los problemas se pudiesen resolver con el poder de la mente.
Claro, es posible que Jesús hablaba con imágenes típicas de la manera de pensar de su entorno social, de los judíos y de la gente de su tiempo. No es que literalmente quería decir que uno podría mover montañas, como tampoco quería decir que él era una puerta o una vid, cuando le decía a sus discípulos que él era la vida, la puerta.
Lo que probablemente Jesús quería decir es que había que tener fe en él. Las curaciones eran hechas por él, no por la fe del enfermo. El enfermo tenía que tener una fe grande en él, en Jesús, no en su curación. Tenía que ser una fe tan grande, como para poder seguir teniendo fe, aun si la curación no se diese. Esa es la fe que nos rodea como un horizonte en nuestra vida.
No importa los contratiempos, sabemos que por algo será que Dios nos deja estar en medio de esta vida llena de desajustes. Como parecía este vivir a los existencialistas, la vida parecería absurda. Pero siempre está la fe ahí, como el horizonte, aun cuando uno no es cristiano. Como cristianos, pensamos que Dios nos acompaña en la persona de Jesús.
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