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La reforma de la reforma

El presbítero Ratzinger y el teólogo Ives Congar

Hay quien pueda pensar que el tema del Concilio Vaticano II no es relevante hoy día, toda vez que la Iglesia Católica está desmantelando las reformas que llegaron con el Concilio. El Papa Benedicto XVI de hecho ha hablado de “la reforma de la reforma”. Esto es, ha estado hablando de la necesidad de revisar las reformas que se efectuaron con el Concilio y en particular, la reforma de la liturgia.


En ese contexto esta publicación no es un llamado a volver al pasado. Esto sería cometer el mismo error de los tradicionalistas que desean volver a los tiempos preconciliares. El pasado ya no se puede repetir y por algo se vio la necesidad de cambiarlo, por las limitaciones y defectos que tenían los usos y costumbres que fueron reformados, “reformulados”.

Papa Juan Pablo II en México, 1979
Claro, de la misma manera que hace cincuenta años se vio la necesidad de reformar muchas cosas en la Iglesia Católica mediante las medidas del Concilio Vaticano II, así también hoy podemos reconocer lo que necesita reformarse dentro de la reforma a la luz de la experiencia, precisamente de los cincuenta años que han transcurrido. Ecclessia semper reformanda, la Iglesia siempre está en necesidad de ser reformada, era un adagio que se citaba con frecuencia en época del Concilio. Hoy, igual que antes, y como será en el futuro, siempre habrá que reformar la Iglesia.

Ahora bien, hemos de preguntarnos por los principios para la reforma continua de la Iglesia. A esto es que se dirige esta publicación. Se trata por tanto, no de una publicación que representa una llegada, sino un comienzo, un punto de partida. Esta publicación pretende ser punto de partida para la reflexión sobre la reforma de la reforma de la Iglesia.

A mí me parece ver una ignorancia en los planteamientos para la reforma de la reforma, y me da pena, en la medida que parecen provenir de eclesiásticos hispanos en la curia romana. En este sentido siento vergüenza ajena, como se dice popularmente. Es algo que puede decirse bochornoso, cuando se demuestra tal ignorancia y encima se impone esa ignorancia por la fuerza de la propia autoridad.

Para la mayoría de los que abogan por la “reforma de la reforma”, reformar quiere decir volver a los usos preconciliares. Esto es, el criterio de revisión de los usos y de los textos son los usos y los textos que estaban vigentes antes del Concilio. Es una manera de practicar la nostalgia por un pasado que no conoció la mayoría de las personas que están vivas hoy día. Al tratarse de nostalgia, se repiten los mismos errores del pasado. Decía el filósofo Santayana que los que no conocen la historia están condenados a repetirla. En este caso, se trata de los que no conocen la historia de cómo surgió y de cómo procedió el Concilio Vaticano II.

Y es que la reforma de la Iglesia debe darse siempre sobre criterios cristianos, antes que partir de una nostalgia por unos tiempos mal entendidos, o por una admiración por gestos y estilos litúrgicos que no tienen sentido pastoral. Esto es, la reforma, no importa cuándo se dé, si ahora o en el futuro, debe asociarse a unos puntos de referencia, a unos criterios teológicos y pastorales. Pero sobre todo han de ser criterios evangélicos.

En este sentido podemos decir que toda reforma de la Iglesia debe dejarse guiar por los siguientes criterios.

--los evangelios
--la reflexión teológica
--la historia de los usos y costumbres (la tradición, estudiada en sentido histórico)
--las necesidades pastorales


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