Dr. John Harvey Kellogg |
Recientemente me encontré la siguiente anécdota en mis lecturas. Creo que demuestra hasta dónde puede llegar el egoísmo, aunque también es cierto que donde quiera que hayan seres humanos siempre habrán chismes y bochinches.
El doctor John Harvey Kellogg fundó una clínica para la limpieza del cuerpo, el Sanatorio Adventista del Séptimo Día, en Battle Creek, Michigan. La clínica se hizo muy popular y probablemente fue el primer centro de medicina naturista de los tiempos modernos. Entre otras cosas el doctor Kellogg proponía ir a evacuar con frecuencia y por eso también recetaba varias enemas al día, para mantener limpios a los intestinos.
En ese contexto el doctor comenzó a buscar modos de producir comestibles saludables. En esa línea comenzó a investigar para ver si daba con algún cereal que llenara esas expectativas. Sin entrar en detalles, el caso es que dio con la fórmula para la fabricación de wheat flakes, hojuelas de trigo, de manera accidental. Y para esas fechas, para 1881, ya había inventado el granola y por eso decidió ponerle el nombre de “granose” a su nuevo cereal de trigo. Ya casi parecía que el resto sería historia, pero no fue así.
El hermano menor del doctor, Will Kellogg, consiguió hacer el mismo cereal, pero con maíz, los hoy bien conocidos Corn Flakes. Will le enseñó esto a su hermano John, pero entonces entraron en una disputa sobre el nombre que le pondrían. El doctor quiso imponer su nombre, Sanitas, al nuevo cereal. Will le dijo que eso sonaba a la marca para un desinfectante. Y ahí se detuvo todo.
Un poco más tarde el doctor viajó a Europa y en su ausencia Will montó su propia planta de producción y le puso el nombre de Battle Creek Toasted Corn Flakes. De inmediato el producto fue un éxito. Cuando el doctor volvió de Europa trató de entrar en competencia con su propia versión, con la marca Sanitas. Pero parece que Will tenía razón; el producto del doctor, siendo básicamente la misma cosa, terminó en el fracaso. El público prefirió los Toasted Corn Flakes. Así se demostró cuán importante es el nombre y la imagen de un producto.
El doctor demandó a su propio hermano, pero también perdió el caso en corte. Para 1914 el presupuesto para promoción y anuncios de Kellogg’s ya alcanzaba dos millones de dólares. Para 1921 el doctor perdió su demanda y sólo pudo quedarse con su clínica sanatorio. Su hermano ya para entonces era dueño de un imperio corporativo.
Resulta casi doloroso ver cómo dos hermanos se pueden enemistar por dinero y por querer imponer sus ideas; no es simpático ver la derrota del que podría considerarse como el verdadero inventor de las hojuelas de cereal.
Años más tarde la historia volvió a repetirse cuando el nieto de Will inventó los Corn Pops en la década de 1930. Will lo rechazó y entonces su propio nieto lo demandó. Cuando el nieto vio que iba a perder su caso en corte, le vendió su fórmula a General Mills y se suicidó. Will siguió al frente de la compañía Kellogg’s hasta su muerte en 1951. Pero sí, como hicieron otros grandes magnates dejó un fondo para una Fundación Kellogg, con treinta y cinco por ciento del capital de la compañía, es decir, unos cuantos billones de dólares.
Después de la muerte de Will, la compañía finalmente comenzó a producir los Corn Pops.
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