Para nosotros hoy día no tiene sentido decir que Dios exigió el sufrimiento y la muerte de Jesús para compensar por nuestros pecados.
Jesús no vino a anunciar un Padre enfurecido y listo para desatar calamidades en venganza por nuestros pecados. Eso es lo que anunciaron los profetas cuando exigían el arrepentimiento del pueblo.
Jesús vino a anunciar que lo fundamental es amar a Dios y al prójimo.
Amar a Dios: es decir, amarlo incondicionalmente, según lo que es el mismo amor, que no pone condiciones ni es egoísta.
Por su parte, nos dice Jesús, Dios es un padre, nos ama como un padre ama a sus hijos. Esto es, que él también nos ama incondicionalmente. Nos ama a pesar de nuestros pecados y por eso su actitud es la del padre frente a su hijo pródigo, la del pastor respecto a la oveja descarriada.
Jesús nos dice que amemos como el Padre nos ama.
Recientemente Garry Wills ha publicado un estudio sobre una base teológica y exegética mucho más sólida que la mía: Why Priests? A Failed Tradition (¿Para qué sacerdotes? Una tradición fracasada). Además de unas cuantas cosas más, plantea lo que propongo en los párrafos anteriores. Es uno de esos libros en que uno se dice, “Eso yo ya lo sabía”; aunque no sea verdad.
De un tiempo a esta parte me he preguntado a veces, ¿La serpiente de bronce en el desierto? ¿Pero eso no parece idolatría, magia? ¿No había la prohibición de hacerse imágenes? ¿Quién cura, el ídolo de la serpiente, o Dios? Pero si no miraban la serpiente, no se curaban.
En la misma línea Wills señala el caso del chivo expiatorio en el desierto. El sacerdote imponía las manos sobre el chivo y le transmitía todos los pecados del pueblo y entonces se soltaba el chivo para que siguiera caminando por su cuenta separado del campamento y en dirección de lo desolado, donde no necesariamente iba a morirse. Sólo que se llevaba consigo los pecados del pueblo y se iba con el espíritu de Azazel, que no necesariamente tendría que ser el diablo.
Pero el punto es: el chivo no era sacrificado, no lo mataban, ni derramaban su sangre.
Por otro lado, el cordero que comían en la fiesta de la Pascua era una comida, no era un animal sacrificado como ofrenda a Dios. Entonces, ¿De dónde sale eso de que Cristo tuvo que ofrecerse como víctima de propiciación? Entre tanto cuando Cristo les dice, “Hagan esto en mi memoria”, se entiende que está hablando de una cena, no de un sacrificio sobre un altar.
Así que al considerar esto nos topamos con un Cristo más humano, que no tenía necesidad de morir en la cruz, lo que lo hace más dramático. Él se vio en la misma situación de nosotros, de tener dificultad con el mal en el mundo, de ser ajusticiado siendo inocente, sin que hubiese justificación para su sufrimiento. No fue un accidente entonces cuando recitó las palabras del salmo en la cruz: “Padre mío porqué me has abandonado”. Le pasó lo mismo que a nosotros, y en medio de una situación difícil, preguntarse cómo un Dios bueno permite que a sus hijos les sucedan cosas tan terribles. Sin embargo le prometió el paraíso al buen ladrón. Uno quisiera pensar que Dios nos cuida, que está pendiente. Pero sabemos que hay veces que pareciera que Dios se ausenta...
Pero Cristo no echó maldiciones, ni perdió la fe en Dios. Así nos enseña el camino de nuestra salvación, el camino de la fe en Dios, de que todo es para bien en este mundo.
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