En el 2005, el domingo 29 de mayo, asistí a la misa en cierta parroquia. El sacerdote, puertorriqueño y sinceramente tradicionalista (fue formado en los seminarios franquistas), antes de comenzar la celebración nos dijo que los que no habíamos cumplido con el precepto de obligación de Corpus Christi el jueves anterior, estábamos en pecado mortal. Que por tanto no podíamos comulgar.
Ni sabía que el jueves anterior se había celebrado esa fiesta. Para los que trabajan, de todos modos, no hubiera sido posible asistir a misa. Pero el sacerdote omitió esos atenuantes: no hay pecado cuando hay ignorancia o impedimento.
Pienso lo que sigue, puedo estar equivocado.
Fue correcto en términos de disciplina eclesiástica. No fue correcto en términos de pastoral. No es que la pastoral dicte que hay que diluir la doctrina. Ver el asunto en términos pastorales significa buscar el método de presentar la doctrina. Más aún, significa presentar la doctrina al modo auténticamente evangélico, es decir, cristiano.
El anuncio del evangelio implica anunciar la buena noticia; no se trata de anunciar obligaciones. Un novio no está obsesionado con imponer obligaciones y sanciones a su novia; cuando se da, es porque hay algo malsano.
Dios no es un negrero con el látigo en la mano que le impone obligaciones al pueblo como si fueran sus esclavos y con amenazas de castigos.
Dios no es uno que tiene una actitud de enojo y venganza hacia las ovejas descarriadas.
Jesús denunció a los fariseos por imponerles al pueblo cargas absurdas y pesadas.
Cuando le exigieron a Jesús que hiciera cumplir la ley, como en el caso de la mujer adúltera, o el de la samaritana, Jesús pasó por alto el cumplimiento de la ley. Se enfocó en la persona de ellas y su relación personal con Dios. (A través de los evangelios se nota lo excitado que estaban aquellos fariseos porque Jesús se desentendía del cumplimiento de la ley.)
Complacerse en subrayar las obligaciones es complacerse en la posesión de autoridad. Pero el cristiano no está ahí como el que tiene autoridad, sino como el que sirve.
Por eso un buen papa, un buen obispo, un buen presbítero, diácono, cristiano de base, no tiene sentido que se complazca en la imposición de autoridad, so pena de castigo por pecado grave. Ese no es el lenguaje de Jesús. (Esto lo escribí en el 2005)
Cómo entonces hablar de la obligación de ir a misa el día de Corpus Christi…
Habría que hablar de la eucaristía, no como una cosa, sino como una ocasión para el encuentro con Dios, que es lo que es para los católicos.
Habría que hablar de la vida ajetreada que llevamos, con tantas obligaciones y el hecho de que más de uno probablemente olvidó que se trataba de día de precepto.
Convendría recordar que si la persona se le olvidó, o si no sabía que era día de precepto (que es el caso de la mayoría de los católicos), entonces no hay falta ni pecado. Dejar de mencionar esto es imponer cargos de conciencia al modo de los fariseos.
Recordar que Dios es nuestro Padre, que Jesús nos anunció un Padre de misericordia y perdón y amor, si fuese el caso que no asistimos a misa por negligencia (difícilmente un buen cristiano va a faltar a misa un día de precepto por malicia; son los maliciosos, los que heredarán las pailas del infierno y es más fácil encontrar un malicioso entre los predicadores farisaicos del evangelio que entre los cristianos de la base).
Invitar entonces (no ordenar, ni imponer) a que los que se sientan movidos por su conciencia, a que aprovechen la gracia del sacramento de la reconciliación…. etc.
Alguien puede ir a misa y portarse como un pagano el resto del domingo (o el día de Corpus Christi).
Alguien puede faltar a misa ese día y portarse como un cristiano, como una persona de fe. Lo importante es esto último.
Lo mejor es ambas cosas, ser persona de fe y expresar con nuestras acciones entre los paganos esa experiencia de salvación que nos ha sido otorgada.
Esto no significa diluir la doctrina, ni la moral.
Nos podemos imaginar a algunos judíos tradicionalistas diciendo, “Estos conversos al cristianismo, lo que son, es que son unos cómodos. Es muy cómodo venir a decir que no hay que circuncidarse, ni observar el sábado…
El verdadero cristianismo es un encuentro personal con Jesús, al modo con que los novios normales se quieren, o los padres y los hijos normales se quieren.
Y acá entre usted y yo, ¿Hay diferencia entre la presencia de Jesús en el pan eucarístico y la presencia de Dios en todas partes, incluso en nuestro interior, morada del Espíritu Santo?
Uno entiende cómo después de Vaticano Segundo prácticamente desapareció la devoción al Santísimo, hasta que... ya usted sabe.
...........
Comentarios