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Bernardo Mizeki, santo africano

Hay mártires y santos, tan mártires y santos como los canonizados por Roma. Bernardo Mizeki es uno de ellos.  Lo que sigue es una traducción de su hagiografía según aparece en  Mission Saint Clare . Bernard Mizeki nació en África Oriental Portuguesa (Mozambique) alrededor de 1861. Cuando tenía doce años o un poco mayor, salió de su casa y se fue a Ciudad del Cabo, África del Sur, donde durante los próximos diez años trabajó como obrero,  en los barrios pobres. Después de su jornada de trabajo, comenzó a ir a clases nocturnas en una escuela anglicana. Bajo la influencia de sus maestros, de la Sociedad de San Juan Evangelista (SSJE, una orden religiosa anglicana para los hombres, llamados popularmente los Padres Cowley), se convirtió al cristianismo y fue bautizado el 9 de marzo de 1886.  Además de los fundamentos de la escolarización europea , llegó a dominar inglés, francés, verdadero holandés (por contraste al holandés corrupto de África del Sur), y por lo menos ocho lengua

Tiempo Ordinario, Ciclo C, Domingo 12

Primera Lectura Za 12,10-11;13,1. El profeta Zacarías en esta lectura anuncia los tiempos en que Jerusalén y sus habitantes pasarán por una terrible prueba. Pero en vez de producirse resentimiento y encono, ocurrirá que Dios derramará “un espíritu de gracia y de clemencia”. Esto puede querer decir que el pueblo se convertirá y reconocerá su pecado, reconocerá que ellos mismos fueron los causantes de su propia desgracia. “Me mirarán a mí, a quien traspasaron,” dice. En la tradición esa línea se ha interpretado como una de las profecías mesiánicas.  En el contexto original para mí, que no soy experto, el sentido no está claro. Puede que el profeta se refiere a sí mismo. Habría que saber sobre la historia de su vida. Aquel día se alumbrará un manantial contra pecados e impurezas, dice. Podría significar que Dios derramará un agua (en sentido figurativo) que limpiará al pueblo, lo renovará. Pero también se puede interpretar en el sentido evangélico de una profecía mesiánica

Domingo 11, Tiempo Ordinario, Ciclo C

Jean Béraud Primera Lectura 2 Samuel 12, 7-10.13. El profeta Natán viene ante el rey David y lo reprende a nombre de Dios. El contexto es: David se enamoró de Betsabé esposa de Urías y se acostó con ella y ella concibió un hijo. Haciendo el cuento corto, David buscó la manera de que su esposo Urías muriera para hacerla su mujer. Dios, por boca del profeta Natán, le echa en cara a David su proceder tan abyecto. David, en vez de reaccionar con ira y caerse de fondillo negándolo como hacen muchos, por el contrario, reaccionó con humildad. “He pecado contra el Señor,” dice David. Se reconoce pecador.  Dios en boca de Natán entonces le dice, “El Señor perdona tu pecado”. Salmo responsorial Salmo 31,1-2.5.7.11. En armonía con las lecturas de hoy el salmo responsorial se hace eco del tema del pecador que, arrepentido, se humilla ante Dios. “Dichoso el que está absuelto de su culpa,” dice. Y luego termina, “Alegraos, justos, y gozad con el Señor”. Segunda Lectura

Domingo 10, Tiempo Ordinario, Ciclo C

James Tissot, La resurrección del hijo de la viuda de Naín Primera Lectura 1 Reyes 17,17-24 — El profeta Elías, huyendo de Ajab, rey de Israel, terminó refugiado en Sarepta, en casa de una viuda. Eran años de sequía y hambre, que el mismo Elías predijo, pero Dios concedió que la viuda y su hijo tuviesen siempre harina y aceite, hasta el día en que terminase la sequía. Después de un tiempo el hijo de la viuda cayó enfermo y se quedó sin respiración. La viuda pensó que esto era castigo de Dios por sus pecados. Elías tomó al niño en brazos, lo subió a su propia cama y clamó a Dios por él. Se acostó sobre el niño y siguió invocando a Dios y entonces Dios le escuchó y le devolvió el alma al niño. Al ver esto la mujer alabó a Dios y reconoció que Elías era verdaderamente un hombre de Dios. Salmo responsorial Salmo 29, versículos salteados. Alabaremos al Señor por sus grandes obras. No permitió que bajásemos a la fosa y nos hizo revivir. El Señor se acuerda de nuestras súplica

Corpus Christi

Tradicionalmente esta celebración se da en jueves, recordando la Última Cena. En atención a la realidad contemporánea que ya no corresponde al mundo agrícola de antes, en algunos países se ha trasladado al domingo. El misterio central de nuestra fe es Cristo resucitado. Nuestra fe se expresa en la catequesis de los primeros cristianos, lo que encontramos en los evangelios y en el Nuevo Testamento. Nuestra fe se expresa en la vida de la comunidad cristiana con la que compartimos y a la que pertenecemos. Esto incluye todo la actividad de la comunidad, como la atención a los enfermos, el socorro a los necesitados, las actividades de formación y educación, y así sucesivamente.  La comunidad cristiana local puede ser grande; de ahí que pueda ramificarse su vez en pequeñas comunidades de base, cada una con un propósito particular. Tales comunidades han de reunirse en una asamblea dominical, representativa de la comunidad total, como gran comunidad de comunidades. “La liturgi