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Domingo 10, Tiempo Ordinario, Ciclo C

James Tissot, La resurrección del hijo de la viuda de Naín

Primera Lectura
1 Reyes 17,17-24 — El profeta Elías, huyendo de Ajab, rey de Israel, terminó refugiado en Sarepta, en casa de una viuda. Eran años de sequía y hambre, que el mismo Elías predijo, pero Dios concedió que la viuda y su hijo tuviesen siempre harina y aceite, hasta el día en que terminase la sequía. Después de un tiempo el hijo de la viuda cayó enfermo y se quedó sin respiración. La viuda pensó que esto era castigo de Dios por sus pecados. Elías tomó al niño en brazos, lo subió a su propia cama y clamó a Dios por él. Se acostó sobre el niño y siguió invocando a Dios y entonces Dios le escuchó y le devolvió el alma al niño. Al ver esto la mujer alabó a Dios y reconoció que Elías era verdaderamente un hombre de Dios.

Salmo responsorial
Salmo 29, versículos salteados. Alabaremos al Señor por sus grandes obras. No permitió que bajásemos a la fosa y nos hizo revivir. El Señor se acuerda de nuestras súplicas.


Segunda Lectura.
Gálatas 1,11-19 —En este pasaje del primer capítulo de esta epístola el apóstol Pablo da fe que el evangelio que él anuncia no es un invento propio, sino que le fue comunicado en una revelación. No tuvo maestro humano, ni lo recibió de predicador alguno, sino que Jesucristo en persona se le reveló. Es que él fue escogido como los profetas, desde el seno de su madre, para anunciar a Jesucristo a los gentiles, es decir, a los no judíos. Se dedicó enseguida a esa tarea, no bien recibiera aquella revelación, al punto que tres años después todavía no había entrado en contacto con la comunidad de Jerusalén y los apóstoles. Fue entonces que decidió subir allá, para ver a Pedro, con quien estuvo y compartió durante quince días. Al único otro apóstol que llegó a ver allá fue a Santiago, “el pariente del Señor”. 


Tercera Lectura
Lucas 7,11-17 — Jesús se acerca a la ciudad de Naín y con él iban sus discípulos “y un gentío”. Al acercarse a la ciudad, por la puerta sale una comitiva fúnebre y una viuda que va a enterrar a su hijo muerto. Jesús sintió lástima y se acercó y le dijo a la viuda, “No llores”. Entonces se acercó al ataúd y le ordenó al muchacho a que se levantara. El muerto se sentó y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos y alabaron a Dios porque había aparecido un gran profeta entre ellos. Dios había visitado a su pueblo. Y la noticia se difundió por todas partes.

La resurrección de los muertos es una de las grandes señales del final de los tiempos. Y aquí, en las lecturas de hoy, se nos presenta asociado a la compasión de Dios, que no olvida a su pueblo y que tiene presente los sufrimientos de los pobres, los desamparados. 
Ser viuda era algo terrible en aquella sociedad, porque la mujer dependía de los hombres para poder sobrevivir. Si se le moría el marido, se quedaba sin fuente de sustento. Si encima se le moría el único hijo, para los efectos quedaba a la intemperie. A diferencia de hoy día una mujer no tenía medio de sobrevivir por cuenta propia. 
Por eso es que en las sociedades tradicionales la mujer tiene que buscarse un marido que la tenga y la mantenga. Por eso también tiene que hacerse de la vista larga cuando el marido la maltrata, la humilla. Por la misma razón una mujer soltera se olvida de su honor si un hombre casado le ofrece mantenerla como su amante. 
En ese sentido las primeras comunidades cristianas representaron una alternativa, lo mismo que las comunidades de religiosas, más tarde. Ya en Hechos de los apóstoles se habla de las cofradías de viudas y tiene sentido pensar que de las colectas se hacían se separaba para ayudar a mujeres desamparadas.

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El Jesús que se compadece de la viuda de Naín es el que encuentra eco en la mayoría de los corazones a través del tiempo. Todos pasamos por situaciones desesperadas, sin soluciones fáciles, aun sin solución alguna, excepto el desastre. “En la vida todo tiene remedio” reza un adagio español. Puede que el único remedio a la mano sea aceptar lo más inaceptable. En un momento así Jesús muestra el rostro compasivo del Padre. Dios no se olvida de su pueblo. Dios no se olvida de nosotros.
No se trata de que el ideal de vida cristiana es el de la resignación permanente. No puede ser que la vida de un cristiano sea estar en un Viernes Santo permanente. Al contrario, ser cristiano es tener la certeza de la esperanza. Dios camina junto a nosotros. ¿Quién más poderoso?



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