Para saber lo que significa el desastre de la inflación, no hay sino que preguntarle a los peruanos, los argentinos, los chilenos…
También saben cómo la inflación es sumamente desmoralizante para cualquier economía. La inflación “se come” el valor de la moneda a pasos agigantados. Tenías un sueldo que cada vez compra menos. Poner a circular más dinero sólo consigue que la inflación siga en un espiral de aumentos. Aumentarle el salario a los trabajadores sólo consigue empeorar la situación.
Ante la economía los legos están como los medievales: dentro de la ignorancia es fácil inventar todo tipo de fantasmas que parecen fuerzas reales que explican los males. Es fácil echarle la culpa a los malos espíritus y así de fácil es echarle la culpa a los “grandes intereses”.
Hay que reconocer que hay unos médicos que saben más que nosotros de enfermedades, aunque se equivoquen espectacularmente de vez en cuando. Lo mismo habría que decir de la economía y de los que saben de ese tema.
Pero los ignorantes no se dan por vencidos fácilmente, sobre todo si se trata de machistas latinoamericanos. La inflación en Venezuela va al ritmo de 30% anual. En los últimos dos años el costo de los alimentos ha subido un 80%.
Es fácil decir que esto es el resultado de alguna conspiración yanqui. En verdad, hemos de reconocer que es el resultado de unas políticas económicas equivocadas por parte del gobierno.
Como tantas veces se ha dicho, la manera más fácil de arruinar una economía es mediante un control de precios. Esa es la ruta más directa a la inflación, paradójicamente. El asunto se complica cuando los gobiernos buscan una salida fácil poniendo más “dinero” a circular. Como cuando se echa agua a un fuego y sólo se logra avivar el fuego, eso es lo que sucede con el esfuerzo de los gobiernos por poner más dinero en circulación, indiscriminadamente.
Eso es lo que ha hecho Chávez recientemente, al decretar aumentos de sueldos y ayudas económicas a los necesitados. Esto sólo consigue empobrecer más a los pobres. Y eso nada tiene que ver con capitalismo, ni con socialismo. Es como decir que las enfermedades están asociadas a los pecados de las personas.
Como buenos hispanos, tenemos la tendencia de hablar más de ideales, que de realidades.
En China, por ejemplo, desde que adoptaron medidas “neocapitalistas”, es decir, de 1990 para acá, 407 millones de personas han salido de la pobreza. Algo parecido se puede decir de la India.
Desde que la China y la India comenzaron a jugar por las reglas de la globalización, han emergido como las nuevas superpotencias económicas. Tanto es así, que ya se vislumbra la decadencia económica de Occidente. Esto quiere decir que ya es la hora en que es Occidente el que depende del Oriente y ya tiene que rogarles que les ayuden económicamente.
Hace dos décadas que está claro que los norteamericanos, ellos también son víctimas de las injusticias de la globalización. Ya no es posible hablar de las manipulaciones de poder de Washington. Para los que saben de economía es absurdo sugerir que la crisis internacional del dólar es algo orquestado desde Wall Street.
Es igualmente triste escuchar los ataques a Lula y el Brasil. Si algo Lula y los brasileños ven, es que hoy por hoy ellos configuran la tercera gran supereconomía de los nuevos tiempos. Y la economía, como la salud del cuerpo humano, no es algo que depende de nuestras opiniones o de nuestras ideologías.
Estos pensamientos tuvieron como punto de arranque el reciente artículo (21 de mayo de 2008) sobre “el nuevo balance de poder” por Thomas Friedman en el New York Times: http://www.nytimes.com/2008/05/21/opinion/21friedman.html?_r=1&ex=1212033600&en=7b8b7611cced2d6c&ei=5070&emc=eta1&oref=slogin
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