El 14 de febrero celebramos el día de la amistad y el amor, con el aniversario del obispo mártir, San Valentín. (Con el nuevo calendario post Vaticano II, celebramos a los santos Cirilo y Metodio, pero eso es tema para otros comentarios.)
Veamos cómo surgió esta conmemoración y cómo se asoció a los enamorados y a los que practican la verdadera amistad.
En la tradición católica hay al menos tres San Valentín, todos ellos mártires, y todos se mencionan desde los primeros siglos asociados a la fecha del 14 de febrero. Uno de ellos es descrito como un sacerdote en Roma. Otro aparece como obispo de una ciudad en Italia. Del tercero sólo se sabe que sufrió el martirio junto a otros compañeros en África. Esto, con respecto a Roma y la fecha del 14 de febrero. Ya que Valentín era un nombre popular entre los romanos también hay un número de otros San Valentín en otras localidades del antiguo Imperio.
Los primeros dos San Valentín sufrieron el martirio, pero en la ciudad de Roma, cerca de lo que entonces era la Puerta Flaminia, que es ahora la conocida Porta del Popolo, y que durante la Edad Media se llamó Puerta de San Valentín. Se sabe que igualmente hubo allí una pequeña iglesia dedicada a San Valentín (al menos a uno de los dos) durante la Edad Media.
Según una leyenda, uno de los San Valentín se enamoró de la hija de su carcelero, cuando esperaba para que se ejecutara la orden de su muerte. Antes de salir para ser martirizado, le entregó una nota a ella declarándole su amor y firmando, “De tu Valentín”. De ahí supuestamente surgiría la costumbre de enviar notas o “valentines” a la persona objeto del amor.
Según otra tradición en Francia e Inglaterra, los pájaros comenzarían sus primeros apareamientos con anticipación de la primavera, “en o alrededor del día de San Valentín”. Pero aquí hubo una confusión con la fecha del día de San Valentín. Y es que hay otra fiesta medieval en honor a otro San Valentín (“de Génova”), que se daba en mayo y que tiene más sentido con respecto a los apareamientos de los pájaros. Difícilmente podemos pensar en tal actividad primaveral en medio de las nieves que caracterizan normalmente el 14 de febrero. Todos los nórdicos saben que el invierno es más fuerte en enero y febrero, lo mismo que el verano es más fuerte en julio y agosto.
Durante el Renacimiento y como resultado del ambiente de la caballería andante y la costumbre del amor cortés, o amor de las cortes de los príncipes, se comenzó la tradición de idealizar la dama del que uno se enamoraba perdidamente. Este amor se demostraba a través de la “cortesía” o el trato especial y muy considerado hacia esta dama. También se le escribían poesías y se le dedicaban canciones.
El Romanticismo del siglo 19 revivió la tradición del amor “cortés” que ahora se conoció como “amor romántico”. Así surgió de nuevo la tradición de “escoger una pareja” que sería el objeto del amor y entonces enviarle regalos y tarjetas con declaraciones de amor. No pareciera que haya sido una costumbre ampliamente difundida, excepto entre pequeños círculos de las clase sociales altas.
En el siglo 20 la codicia comercial entonces se encargó de difundir la costumbre entre el mayor número de personas, hasta el día de hoy, en que se celebra desde Japón hasta París. Se venden cientos de miles de tarjetas de felicitaciones y la industria de los chocolates tiene una época de bonanza en este día.
El día de la amistad
Pero no todo el mundo tiene una novia, o una esposa, o un novio, o un esposo, al momento. De ahí que se ha “democratizado” el día de San Valentín con el concepto del “Día de la Amistad”. Esto permite que algunos puedan profesar un “amor cortés” hacia la chica o el chico objeto de su afecto especial.
Sabemos que hay diferentes clases de amor. Está el amor de los amantes en que la pasión lo domina todo (y que es muy legítimo con la bendición nupcial). Así, está el amor de los esposos que lleva a la intimidad intensa y es el que se muestra con pasión y lleva a la fundación de una familia. Está el amor paternal y maternal, de los padres hacia los hijos y las hijas. Está el amor del que da su vida por sus amigos…
Sobre todo, está el amor de la caridad en términos del servicio a los pobres y los necesitados. Es el amor que reconoce el rostro de Cristo en esos pobres que necesitan de nuestra consideración, de nuestro amor y de nuestra ayuda.
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