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Ya hay sensores de todo tipo, con los que se puede ejercer control a distancia. Por ejemplo, se le insertan en la oreja de las vacas y se les puede tener supervisadas todo el tiempo, particularmente en lo que respecta a su estado de salud. El chip hasta avisa cuando la vaca está a punto de parir, si ese fuere el caso.
Otro ejemplo es el de los motores de aviones, que tienen un número de sensores, de modo que no hay modo de que un avión se accidente por culpa de un motor, ya que se tiene información completa sobre la condición del motor desde antes de levantar vuelo.
En un futuro no muy lejano, igual que las vacas, también nosotros llevaremos chips inteligentes insertados en nuestro cuerpo. En ese momento será forzoso recordar que el poder corrompe y no sólo corrompe, también enloquece, llevando a la ruina a los detentores del poder. Tal fue el caso de Hitler, por ejemplo, que se embriagó de poder, y se lanzó a la invasión de Rusia sin hacer caso de sus generales. Uno que no pasó del rango de cabo se creyó capaz de dar lecciones de estrategia y de logística a los experimentados militares prusianos.
Los griegos de la Antigüedad decían que los dioses enloquecían a los que querían destruir. El problema es que los que se corrompen y se embrutecen con el poder se pueden llevar consigo a la ruina, a pueblos enteros. Lo terrible no es que nos supervisen a distancia como si fuésemos una vaca o el motor de un avión. Lo terrible es que alguien que haga las veces de supervisor se le salga para afuera el complejo de ser un poderoso. Y en Puerto Rico, y en nuestro mundo hispano, eso es un peligro más que real.
La tecnología no es amenazante. Son los humanos, los que siempre han sido amenazantes. Por eso, cuando el sistema educativo de un país está al garete, es como si los dioses hubiesen decidido su destrucción.
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Ya hay sensores de todo tipo, con los que se puede ejercer control a distancia. Por ejemplo, se le insertan en la oreja de las vacas y se les puede tener supervisadas todo el tiempo, particularmente en lo que respecta a su estado de salud. El chip hasta avisa cuando la vaca está a punto de parir, si ese fuere el caso.
Otro ejemplo es el de los motores de aviones, que tienen un número de sensores, de modo que no hay modo de que un avión se accidente por culpa de un motor, ya que se tiene información completa sobre la condición del motor desde antes de levantar vuelo.
En un futuro no muy lejano, igual que las vacas, también nosotros llevaremos chips inteligentes insertados en nuestro cuerpo. En ese momento será forzoso recordar que el poder corrompe y no sólo corrompe, también enloquece, llevando a la ruina a los detentores del poder. Tal fue el caso de Hitler, por ejemplo, que se embriagó de poder, y se lanzó a la invasión de Rusia sin hacer caso de sus generales. Uno que no pasó del rango de cabo se creyó capaz de dar lecciones de estrategia y de logística a los experimentados militares prusianos.
Los griegos de la Antigüedad decían que los dioses enloquecían a los que querían destruir. El problema es que los que se corrompen y se embrutecen con el poder se pueden llevar consigo a la ruina, a pueblos enteros. Lo terrible no es que nos supervisen a distancia como si fuésemos una vaca o el motor de un avión. Lo terrible es que alguien que haga las veces de supervisor se le salga para afuera el complejo de ser un poderoso. Y en Puerto Rico, y en nuestro mundo hispano, eso es un peligro más que real.
La tecnología no es amenazante. Son los humanos, los que siempre han sido amenazantes. Por eso, cuando el sistema educativo de un país está al garete, es como si los dioses hubiesen decidido su destrucción.
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