Ya desde finales de noviembre los puertorriqueños comenzamos a comprar los arbolitos de Navidad para adornar nuestras casas. En algunas iglesias ya también se les ve adornando el presbiterio desde la segunda o tercera semana de Adviento, sobre todo en años en que el 24 de diciembre coincide con el cuarto domingo de Adviento. Algunos recuerdan la época en que el arbolito, precisamente, no se montaba hasta esa misma noche de Navidad.
A continuación, una sugerencia para un modo con que el arbolito de Navidad se puede integrar como símbolo dentro del tiempo litúrgico del Adviento, en que se podría ya presentar en el presbiterio desde el primer domingo de Adviento. Así podría servir de motivación cristiana y de celebración en el espíritu del tiempo litúrgico para tantos que ya desde finales de noviembre han comprado y tienen sus arbolitos en las salas de sus casas.
Uno puede comenzar por decir que el árbol de Navidad simboliza el árbol de la vida y la esperanza perenne (los árboles de Navidad son evergreens o plantas perennes) y siempre renovada de nuestra vida en Cristo. Cristo es también simbolizado por el tronco, nosotros las ramas.
El árbol recuerda el árbol del Paraíso, de cuya madera, decía una leyenda medieval, se fabricó la cruz para nuestra salvación. También simboliza la genealogía del género humano dentro del marco de la creación y del plan salvífico de Dios, que se remonta a Adán y que nos recuerda el nuevo Adán, que es Jesús.
El árbol de Navidad se pondría en algún lugar adecuado del templo. Cada semana se le irían añadiendo adornos, habiéndose presentado la primera semana del modo más sencillo. Se pueden asociar unas oraciones y unos cantos apropiados al tema de cada semana; también, se podría encargar a algún sector de la comunidad que se ocupe de lo correspondiente a cada semana y que al momento de la misa lo presenten. El orden de la ornamentación por semana del arbolito podría ser el siguiente.
= Primera semana: al árbol sencillo, cuando se considere conveniente (antes, durante o después de la misa) se presenta una monición, algún canto, y se le ponen lazos, guirnaldas, símbolo de la fe que nos une.
o En el pesebre, el pesebre vacío y comentario sobre la fe que no ve con ojos materiales.
o Encargados: los niños.
= Segunda semana: se le ponen guirnaldas eléctricas, símbolo de la esperanza, de nuestra espera por la luz mayor que es Cristo, en medio de la oscuridad.
o En el pesebre, igualmente, guirnaldas eléctricas con el mismo simbolismo.
o Encargados: los adolescentes.
= Tercera semana: bombillos (que recuerdan los frutos del árbol), estrellas, otros adornos, símbolos de los frutos del amor que ahora son posibles mediante la gracia y la obra del Espíritu, que Cristo nos trajo con la redención.
o En el pesebre, los pastores, los Reyes de camino, otros personajes; palmeras, y elementos del paisaje; si hay un río artificial, es hora de prenderlo para que corra el agua; todo como símbolo también de los frutos del amor.
o Encargados: las damas
= Cuarta semana: el ángel sobre el árbol, o la estrella sobre el árbol, anuncio de la salvación definitiva que ya está “a la vuelta de la esquina”.
o En el pesebre, igualmente, el ángel o la estrella, la mula y el buey y el gallo, y otros elementos, símbolos que anuncian la armonía que llega a la creación con la llegada de los últimos tiempos.
o Encargados: los caballeros
= Nochebuena: otros detalles y adornos, expresivos de la alegría del Nacimiento.
o Encargados: coro, ministros, sacerdote.
De este modo se puede integrar a nuestra vivencia del Adviento, lo que es ya una tradición puertorriqueña, el comenzar a decorar con motivos navideños desde principios de diciembre.
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