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Otra vez Adviento



No es lo mismo el todo, que la parte. Cada una de las partes de un auto pueden ser de la mejor calidad y sin embargo el auto como un todo no sirve. Los miembros de un equipo deportivo pueden ser mediocres cada uno por separado y sin embargo el equipo resultar ser el campeón de la liga.

No todos los alemanes fueron nazis, ni simpatizaron con los nazis. Pero Alemania fue vista por muchos como culpable por las atrocidades de los nazis. Muchos norteamericanos denunciaron la invasión de Afganistán como algo descabellado, análoga a la invasión de Rusia por los alemanes en 1942. Pero ante los ojos de muchos afganos, víctimas de las atrocidades de los soldados, los norteamericanos son la maldad personificada.

Jesús lloró sobre Jerusalén, porque no había sabido reconocer las denuncias y la predicación que él hizo durante su vida. Los habitantes de Jerusalén no habían sabido reconocer el tiempo de la salvación. Claro, los hubo que reconocieron a Jesús y reconocieron con gozo la llegada del Reino de Dios, como Zaqueo, por ejemplo, o como aquel doctor de la Ley que confirmó el mandamiento más importante: amar a Dios y al prójimo (Marcos 12:34).

De la misma manera hoy día los hay que reconocen el tiempo de la salvación. Son los que a veces se ven precisados a abandonar su iglesia para regresar de nuevo a Dios. Esto es, que no hemos de asumir que el Reino de Dios está en las iglesias institucionales en cuanto tales. Por el contrario, las iglesias institucionales pueden resultar tan farisaicas como lo fueron muchos en tiempos de Jesús. Y Jesús no vino a predicar el cumplimiento de la Ley en sus obligaciones literales. El Reino equivale al amor al prójimo como expresión del amor a Dios. No consiste en cumplir los mandamientos en sus más mínimos detalles. 

Se da el hecho de que, aunque la institución sea farisaica, hay muchos miembros que sí encuentran el cristianismo dentro de la institución. ¿Cuál es el verdadero cristianismo? No es el de las definiciones y los dogmas. Es el del encuentro con Jesús. Es el de descubrir el mensaje de la salvación en los evangelios.

Reconocer el tiempo de la salvación es caer en cuenta de que Dios no es un juez que impone obligaciones y sentencias. Es sentir la alegría de ver que no es asunto de rechazar y sentirse mejor que otros. Es asunto que tiene que ver con el placer de amar al prójimo. Eso no siempre es un hecho que se da en las Iglesias en cuanto tales, aunque muchos dentro de las iglesias llegan a captarlo.

Por eso es que hay que celebrar Adviento repetidamente, todos los años. Tenemos una tendencia a institucionalizar la convivencia en la fe. Es decir, tendemos a levantar barreras para distinguir entre los “buenos” y los “malos”. Los que así piensan, no están cerca del Reino de Dios, ni reconocen el tiempo de la salvación. Cada uno de nosotros podemos olvidarnos de que el Reino no está en los rituales, ni en la ropa que llevemos puesta. Tampoco está en vivir de acuerdo a unas reglas. 

Como tenemos tendencia a eso, por eso nos lo tenemos que recordar. Porque eso le pasa a cualquiera de nosotros. De la misma manera que renovar nuestra fe es algo que está al alcance de cualquiera; es recordarnos que lo fundamental es amar a Dios y al prójimo. Es celebrar y vivir esa verdad en el seno de una comunidad de fe. Lo demás son detalles. 


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