Resulta que el Concilio de Trento no fue tan "tridentino". Estuve leyendo el libro de John O'Malley sobre la historia de Trento y resulta muy interesante descubrir que los padres de ese concilio no fueron tan "tradicionalistas" como los nuestros hoy día.
En Trento los padres conciliares nunca decidieron por su voluntad y parecer. Tenían que seguir las directrices que le llegaban del papa, el emperador de Alemania, el rey de Francia o el rey de España. Las votaciones entonces no resultaban de una verdadera reflexión teológica, sino de un juego político de poderes. En ese sentido el Concilio Vaticano II fue un concilio más auténtico, quizás el más auténtico de la historia.
El emperador Carlos V, por ejemplo, recomendó que se aboliera el celibato del clero, se le diera la comunión bajo ambas especies al pueblo y otras medidas parecidas. Pero en ese momento el papa Paulo IV, el papa Carafa, famoso por su carácter fuerte, odiaba a los alemanes y a los Habsburgos y al partido imperial y sólo por llevarle la contraria ordenó que se adoptaran todas las tesis opuestas. En inglés hoy día a esto le llaman un "pissing contest".
Es que el emperador en ese aspecto buscaba el modo de lograr la reconciliación con los protestantes, que podía comenzar a facilitarse sobre unos asuntos que no eran doctrinales. Para el papa, oponerse a eso era una manera de socavar la autoridad del emperador.
De hecho, así fue. Con este papa los católicos se definieron cada vez más en el inmovilismo intransigente y no hubo modo de reconciliarse con los protestantes. Éstos por su parte desarrollaron una antipatía cada vez más grande hacia los católicos. Los ejércitos imperiales se fueron desangrando. El emperador tuvo que buscar un armisticio que para los efectos fue una confesión de derrota. Así se firmó la Paz de Augsburgo.
A partir de ese momento ya el emperador no era el soberano, la autoridad de referencia para los sectores o principados de su imperio. El título de emperador ahora era algo honorífico. Quizás por eso entonces abdicó, renunció al trono.
Su hijo Felipe II heredó el trono español y su hermano Fernando heredó el trono imperial alemán. Ambos siguieron con la política de intervención en las deliberaciones del Concilio de Trento. Pero ya no tenían la misma orientación de buscar un diálogo con los luteranos. Los protestantes eran ahora los enemigos, los herejes, con los que no era posible el diálogo. Los protestantes a su vez respondieron con la misma moneda.
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