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La fe y la caridad


“La violencia nada engendra, sólo el amor es fecundo,” decía José Miguel Agrelot a través de su personaje, el profesor Pulula. Agrelot era mejor conocido en Puerto Rico por su personaje Don Cholito. 

Me acordé de esto, que él decía a manera de un chiste sabio, cuando se me ocurrió que muchos cristianos hoy día todavía tienen la mentalidad del siglo 12. Piensan que ser cristiano es ser algo así como un cruzado, empeñado en una “santa cruzada”. Piensan que a los infieles y a los herejes (y todos los que no piensan como ellos) sólo hay un modo de tratarlos, a fuego y espada. 

Uno se pregunta, ¿Cómo es que desde la fe cristiana se llega a la conclusión de que hay que hacer la guerra? 

(También escribo esto hoy, cuando en Estados Unidos y Puerto Rico se conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial y todos los que murieron en el campo de batalla.)

Es como decir, que para algunos cristianos, igual que para los fanáticos religiosos, no hay derecho a estar equivocado. Si uno se equivoca en materia de fe, tiene que pagar por tal atrevimiento. Los pelotones de fusilamiento y el asesinato a nombre de Cristo Rey sigue vigente hoy por hoy. 

En esto también el marxismo y el leninismo se asemejan a una religión. Ellos piensan, como Lenin, que todos deben ver la luz de su verdad y entre tanto hay que ser pragmáticos para sobrevivir. En la política y en el campo internacional hay que luchar como en la jungla. Los capitalistas no son monjitas de la caridad, piensan ellos. 

Esta reflexión empata con otra, sobre el centenario de esa guerra terrible, la de 1914 en Europa. Fue la primera guerra moderna en cuanto tal, ya que por primera vez entró  en juego la producción industrial y cientos de miles murieron porque los generales no caían en cuenta del asunto. 

En guerras anteriores se lanzaban cientos de soldados contra una posición y como cargar y recargar los rifles era un proceso, en cosa de una, dos horas, lograban tomar su objetivo, o se retiraban. La caballería ponía también de su parte. Pero ahora estaban las ametralladoras, contra las que la carga tradicional no podía dar resultado. También estaban unos cañones enormes cuyas balas de producción industrial también mataban buena cantidad de soldados. No tenía sentido, como hacían los generales franceses e ingleses, de lanzar batallones contra ametralladoras y cañones. Así, en cuestión de minutos morían miles de soldados. 

Quizás de ahí deriva la desconfianza de los “de abajo” hacia los “de arriba”.

Pero lo que llama la atención de este centenario es otra cosa. Es lo que deja ver la manera con que comenzó todo. Barbara Tuchman, en su libro “The Guns of August” dedica sus páginas a todo ese proceso diplomático que se dio en el verano de 1914 y que terminó con el inicio de hostilidades en agosto.

El 28 de junio de aquel año el heredero al trono austríaco fue asesinado durante una visita a Serbia. Los serbios son eslavos, igual que los rusos y los polacos. Con ese pretexto hasta el día de hoy Rusia ha querido asumir el papel de protectora de sus hermanos serbios. 

En la Edad Media Serbia fue territorio del Imperio alemán. Pero en aquel momento (1914) Serbia era un país “pinchado” entre Rusia lejana y Austria cercana. Y como era de esperarse, el emperador de Austria exigió una disculpa y una satisfacción al gobierno de Serbia. ¿Podía hacer otra cosa? De inmediato Rusia garantizó la soberanía de Serbia. Hasta podíamos pensar que Rusia fue la que provocó la guerra. 

Pero, ¿Qué podían hacer los austríacos? Había un reto de Rusia y un desprecio de los serbios, con su heredero al trono todavía cadáver en territorio serbio. ¿Qué usted habría decidido? Era como una bronca de barrio.

Los monarcas estaban todos emparentados, eran todos primos y descendientes de la reina Victoria de Inglaterra quien a su vez descendía de una línea genealógica alemana. Por eso el zar ruso y el emperador alemán pensaron que su primo el rey de Inglaterra no se metería en el asunto. 

Pero aquí lo importante es eso de “la razón de estado”. Esto es, que hay que decidir, no de acuerdo a la lógica, ni de acuerdo a la moral, sino respondiendo a una “ética” de la conducta diplomática. Los austríacos fueron “comprensivos” y le dieron un mes a Serbia para que ofreciera disculpas. Sin haber escuchado de ellos, al llegar esa fecha, el 28 de julio de 1914, Austria encaminó su ejército a la frontera serbia. Todo se dio como un efecto dominó: Rusia declaró la guerra, Alemania salió a la defensa de Austria, y así. 


1933 - Concordato con Alemania
Por primera vez la Iglesia en un país
sería gobernada por un estado, Alemania 
¿Qué tiene que ver esto con el Vaticano? Es que hasta el Papa Juan XXIII y ahora el Papa Francisco I, el Vaticano decidía a base de “las razones de estado”. Todavía lo hace. No se toman decisiones a base de convicciones cristianas, sino siguiendo los imperativos de la diplomacia. 

Quizás por eso el asunto de los curas pedófilos se vio más como un problema institucional, diplomático, que un problema de pastoral. Y por eso los monseñores no pensaron en las víctimas con mentalidad de cristianos.

El lector puede completar este pensamiento.

La reflexión sobre la fe y la caridad no termina con estos párrafos. 


………..

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