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Cristo Rey



Unos años atrás me contaron de los que atacaron a palos a un grupo de manifestantes en Madrid, allá por la época del franquismo. 
Un policía estaba allí y alguien se le acercó.
– Haga algo, por Dios.
– No puedo, porque al grito de ¡Viva Cristo Rey!… no puedo arrestarlos.

Hoy nos damos cuenta del error. Ese no es el Cristo Rey de los evangelios, del anuncio de la Buena Nueva.
Cristo no está en guerra contra el mundo, ni contra la sociedad contemporánea. 
Cristo vino para invitarnos a la conversión y para revelarnos al Padre, para que sepamos que todos somos hijos de un mismo Dios que está en los cielos.
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Dietrich Bonhoeffer fue un pastor evangélico en Alemania, en tiempos de Hitler. Se opuso tenazmente a los nazis, lo que eventualmente le valió ser ajusticiado; fue ahorcado. 
La oposición evangélica que presentó Bonhoeffer contrasta con la oposición diplomática que presentó el Vaticano. Bonhoeffer se basó en un cristianismo bíblico, evangélico; el Vaticano se basó en una concepción de la Iglesia como una institución jurídica. Bonhoeffer representó las preocupaciones pastorales; el Vaticano, las institucionales. Tuvimos que esperar a SS Juan XXIII y SS Francisco I, para caer en cuenta de este error.
En 1933 el Partido del Centro, identificado con la Iglesia Católica en Alemania, era el partido político más grande. Pero el Vaticano decidió que con la diplomacia se combatían los combates por Cristo Rey. El triunfo de Cristo Rey sería el triunfo institucional, legal, político, de la Iglesia. 
Así, el Vaticano negoció con los nazis para que ellos reconocieran oficialmente a la Iglesia en Alemania, a cambio de desbandar el Partido del Centro, la oposición más formidable contra los nazis. Por documentos sabemos que en el Vaticano asumían que la amenaza del comunismo era algo más serio y por eso optaron por “el menor de dos males” entre comunismo y fascismo.
Por cierto, luego sabemos que sí, que el comunismo es por mucho peor que el nazismo o el fascismo. Pero eso es otro punto para meditar después. 
Cierto, que para efectos de esta consideración, el Vaticano podía tener toda la razón, en términos de sus intereses. Pero sus intereses no iban guiados por la predicación de Jesús.
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Uno de los monumentos a Bonhoeffer

Hoy contamos con las cartas y el diario de Dietrich Bonhoeffer. Entre los puntos que plantea está el de lamentarse que el cristianismo se ofreció a un precio barato. Se le ofrecieron los sacramentos como el bautismo y la eucaristía a todos. Aun los que despreciaban el catolicismo eran recibidos en el cristianismo. En nuestro mundo latinoamericano sabemos que el cristianismo es algo más cultural que otra cosa. Gente que no pisa la iglesia y que hasta la desprecia, vienen a casarse y a bautizarse y a enterrarse con el cura.
De esa manera se devaluó el cristianismo, como nos dice Bonhoeffer. El resultado fue esta especie de ateísmo totalitario de aquellos tiempos, lo que también conocemos como el secularismo, o laicismo que lleva a la falta de escrúpulos en la conducta de los políticos y los ingenieros.
Bonhoeffer por tanto propuso volver a un cristianismo riguroso y exigente. 
De inmediato los tradicionalistas de Cristo Rey interpretarán esto en términos de ayuno, abstinencia, mortificación, sacrificios, cilicios, lucha contra el aborto, uso del incienso y la misa tradicional tridentina: todo ese aparato que algunos promueven de manera “moderna”. Pero en boca de Bonhoeffer no era eso en lo que él estaba pensando. 
Como buen pastor evangélico Bonhoeffer se refería al llamado de Jesús a la conversión de vida y de costumbres y al ejercicio de la humildad y la compasión mientras el modo de pensar farisaico se echa a un lado. Nadie tiene derecho a sentirse mejor cristiano que otro, más fuerte de carácter que otro, más capaz del atletismo espiritual que los demás. 
En la Segunda Venida, Dios no vendrá a ver si rezamos muchos rosarios o si seguimos las rúbricas de la liturgia al pie de la letra, o si vestimos hábito de monjes y monjas en vez de ropa de laicos, o si fuimos marianos, o si decidimos abortar o no, practicar la eutanasia o no. Tampoco vendrá a ver si nos adherimos a la verdadera doctrina, o si somos socialistas o capitalistas.
Jesús, Cristo Rey, vendrá a ver si socorrimos a los sedientos y a los hambrientos y a los encarcelados y a los oprimidos. 
Y bañar y vestir a los deambulantes y darles de comer y apoyarlos en sus miserias psicológicas y espirituales, mire, eso no es fácil. Es más difícil que vestirse de sotana o ponerse un escapulario. Es más cristiano que perseguir a los abortistas o denunciar las películas pornográficas. 
Eso es más cristiano que pensar que nosotros jamás caeríamos en los crímenes de ellos. Porque lo cierto es que en determinadas circunstancias lo haríamos hasta peor que ellos. Como decía Albert Camus, se comienza predicando la justicia y se termina organizando una policía secreta.
Por eso nuestra oración podría ser, “Señor, ilumíname, dame fuerzas y… ¡Viva Cristo Rey!”


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