“Se le metió el diablo por dentro”.
Para mí el escenario pudo haber sido éste:
–“Predicaba con autoridad” - denunciaba sin apoyarse en citas; contradecía las enseñanzas recibidas, denunciaba las hipocresías farisaicas.
– Uno salió gritando: “Qué tienes que ver con nosotros; qué vienes a hacer”.
Fue uno que le dio crisis porque se estaba cuestionando todo lo que él había creído o practicado hasta entonces. “Nosotros” serían los presentes.
Se expresó con vehemencia, “como un poseído”.
– Jesús lo confronta y le ordena; él da alarido y se tranquiliza.
En nuestra experiencia del mal y de la actividad de los “poseídos”, el diablo se apodera de alguien y le lleva a cometer crímenes horrendos. Son los psicópatas, los dementes, los paranoicos, los locos peligrosos.
A veces uno llega a pensar que para ser político y llegar a ser gobernante hay que estar un tanto desajustado también, o al menos tener algún defecto cerebral que le deja insensible al dolor de los demás, a las consecuencias de sus actos.
Aparte de eso, el pasaje del evangelio se puede leer de la siguiente manera.
El "poseído" no tenía el mal por dentro, sino que vivía en el seno del mal. El mal le rodeaba por fuera. Jesús vendría a explotar esa burbuja de la maldad en que estaba prisionero.
De esa manera están los normales que viven en el seno del mal, como quien está en un bar lleno de humo de cigarrillo y no puede menos que respirarlo, como dijera una francesa. Fue lo que le sucedió a los funcionarios nazis en época de Hitler. Lo mismo se puede decir de los norteamericanos que vieron la locura de ir a la guerra con Iraq y Afganistán pero tuvieron que aceptar las decisiones del gobierno. Igual, ver la muerte de tantos que son víctimas inocentes de estas guerras.
Hay otros que no sólo viven en el seno del mal, sino que se ven obligados a participar activamente en el mal para poder sobrevivir.
Están los que comienzan inocentes y poco a poco el mal se los va tragando. Como los reverendos y los maestros y trabajadores sociales y médicos que comenzaron con grandes ilusiones y luego fueron tentados con puestos, con dinero, con prestigio y apariencias, con comodidades y privilegios y ya ni quieren, ni pueden, dar marcha atrás. Son los que, como los fariseos, luchan por mantenerse en su posición y ya no piensan en los propósitos genuinos de su profesión. Ya “su profesión” representa algo distinto de lo que significó al comienzo de su vida.
Está el infierno de los demás, como dijo otro francés. No es posible vivir fuera de la mirada de los demás. La mirada de los demás nos roba nuestra libertad y no podemos hacer lo que quisiéramos, como San Pablo, sino que terminamos haciendo lo que no quisiéramos.
Ese es otro contexto en el que Jesús se presenta como el que todo lo hace nuevo. No sólo viene con una salvación para el alma, porque más que “por dentro”, el demonio está “por fuera”.
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