Dios busca la oveja perdida, como nosotros cuando se nos escapa el perro de casa.
Estamos inquietos y pensamos qué habrá pasado, si lo habrá pisado un carro, si terminará realengo con alguna jauría de la calle lleno de sarna y garrapatas.
Decía San Francisco de Sales:
Y entonces, cuando la encuentra, no le pega o la castiga, sino que se alegra y no la trae a la casa e empellones y de mala gana.
Decía San Claudio de la Colombière:
Nunca se ha escuchado decir que un pecador se convirtió a la fuerza, sino a través de la dulzura.
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