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Domingo 4º de Pascua, Ciclo A





Tradicionalmente este domingo lleva como tema a Jesús, el Buen Pastor


Primera lectura

La primera lectura de hoy está tomada del libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 2,14a.36-41. Es un pasaje que forma parte del discurso de Pedro a la gente el día de Pentecostés. La gente pensó que los apóstoles estaban borrachos porque hablaban en lenguas y entonces Pedro les aclaró lo que estaba sucediendo. En el discurso de Pedro que nos presenta el autor del libro encontramos una expresión de la fe de los primeros cristianos.
Jesús, quien fuera crucificado, ahora Dios lo ha constituido Señor y Mesías, les dice Pedro. «Qué hacer,» le preguntaron. «Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» 

Salmo responsorial

Reaccionamos a la lectura con los versos del salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta». Es el salmo clásico que muchos recuerdan y reconocen. 

Segunda lectura

En armonía con la primera lectura, la segunda lectura está tomada de la segunda carta de Pedro capítulo 2,20b-25. Jesús aceptó ser tratado como un delincuente y se dejó torturar y crucificar, siendo inocente. De la misma manera, si él es el camino, los cristianos hemos de aceptar las injusticias, soportando los sufrimientos igual que él. 
Cristo sufrió a manos de la justicia imperfecta, para poder ser él justo. «Ser justo» es lo que él mismo predicó en los evangelios: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Gracias al sacrificio de Cristo, ya la justicia imperfecta nos tiene sin cuidado, porque vivimos para la justicia de Dios. 
De esa manera Pedro dice, «Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas».
Antes de conocer a Jesús andábamos sin conocer el sentido cristiano de la vida. Ahora que hemos encontrado a Jesús somos parte del pueblo santo de Dios. 
Estas verdades que vemos en abstracto, en teoría, han de ser traducidas de verdad.  «Amo la humanidad, pero no soporto al vecino,» podría decir alguien. En el caso de los cristianos, hemos de traducir nuestra fe a la vida parroquial, no lo olvidemos. Recordemos lo que dirá ahora Jesús en el evangelio de hoy.

El evangelio

El evangelio de hoy está tomado de Juan 10,1-10. Es un pasaje netamente relacionado al tema del Buen Pastor. 
El evangelio de Juan, nos dicen los estudiosos, tiene una polémica continua con los escribas y fariseos. Cada vez que dice, «los judíos» hicieron esto, dijeron aquello, en realidad se está refiriendo a los líderes de Israel. Se dice que Juan vivió hasta edad muy avanzada. De seguro vio cómo los judíos cristianos fueron paulatinamente expulsados de las sinagogas. Es posible que por eso subrayó las polémicas de Jesús con los fariseos. 
Así, en la lectura de hoy Jesús comienza diciéndole a los fariseos, «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante». Esto fue como decirles que ya ellos no tenían autoridad sobre las ovejas, porque habían entrado al redil saltando por encima de la verja y no a la manera legal, por la puerta. 
El verdadero pastor entra por la puerta, de manera legítima. «El guardián le abre», nos dice. El guardián le abre al pastor para que entre. Los otros entraron sin permiso del guardián para dárselas de pastores. 
Las ovejas reconocen la voz del verdadero pastor y entonces le siguen y salen del cercado, del redil. Salen detrás del verdadero pastor. 
¿Quién es el guardián de la puerta? Dios nuestro Padre, él es el guardián. Entonces Jesús dice, «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta». 
Jesús le estaría diciendo a los sacerdotes y fariseos: el pueblo no ha sido fiel a Dios porque no ha tenido pastores buenos y legítimos. Pero ahora aquí estoy yo. No sólo soy el verdadero pastor, sino que yo mismo soy la puerta por la que las ovejas pueden salir a buscar alimento y entrar de nuevo a la seguridad del redil. «El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento,» dice.
Como vimos en el salmo 23 del canto responsorial, Jesús guía las ovejas a verdes praderas y allí las dejar retozar y otras se acuestan y otras encuentran su alimento. Con su vara y su cayado las guía, las protege y las conforta. Jesús nos guía por senderos de justicia por el honor de su nombre. Estar con Jesús equivale a la dicha y la alegría por tiempo sin término. 
«El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. …yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."»

Comentario breve

¿Qué es eso de que el que sigue a Jesús «se salvará»? ¿En qué consiste la redención/salvación? Lo entendemos en términos del anhelo que tenemos de que este vivir de cada día tenga sentido. Ese sentido sólo lo puede dar Dios. 
Entre tanto la experiencia en este mundo se parece a la de Porfirio Díaz el general y presidente mexicano que llegó a decir, «¡Pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!» Algo así nos pasa a nosotros desde que el mundo es mundo. ¡Qué lejos de Dios nos sentimos!
Por eso Jesús es la puerta. Él no se dijo «Aquí estoy yo, qué felicidad ser un mártir». No; en el Huerto le rogó a Dios que no tuviese que pasar por la humillación y el sufrimiento que le esperaba a manos de aquellos malos pastores. En la cruz recitó el salmo 22, el mismo que precede al 23, el del Pastor de Israel. 
El salmo 22 comienza, "1Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos! 2Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí." 
Pero entonces, hacia el final de ese mismo salmo encontramos, "24«Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
25Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
26De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen.
27Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!» 28Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes. 29Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones. Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo." 
De ahí pasa al salmo 23,1: «Yahveh es mi pastor, nada me falta».
Jesús es el pastor, la puerta, el camino. El es la vid; nosotros, los sarmientos por los que corre la savia de su «sangre», la que sana nuestras heridas.
Jesús es la puerta y el camino. El camino consiste en aceptar lo inaceptable, que es la vida en este mundo. El camino consiste en amar lo inaceptable como Dios lo acepta y lo ama, según su misma idea. De Dios no sabemos; sabemos de este mundo. Si el mundo procede de la voluntad creadora de Dios, como quiera que sea esa voluntad creadora, a nosotros nos basta con aceptarlo y amarlo como Jesús nos enseñó, y como los profetas nos enseñaron. 

Somos judíos adoptivos en cuanto pueblo santo de Dios. Si miramos a Jesús como judíos adoptivos, entendemos todavía mejor el sentido de su vida y de su persona. Lo vemos desde la perspectiva bíblica total. Esa perspectiva no es sólo Deuteronomio y Levítico, sino que es, desde esas lecturas y desde los textos proféticos, lo que representan las palabras de Jesús. Él es el verdadero pastor. 
En concreto, esto se traduce a la vida del cristiano como parte de la comunidad cristiana, es decir, la parroquia. Se traduce a la disposición de dar la vida por los hermanos. A Dios no le vemos, como también decía San Juan. Pero al hermano lo vemos. 
No es asunto de decir que las ovejas nos amamos. Eso podría ser como el que decía, «Amo la humanidad, pero no soporto al vecino». No; es asunto de caminar según el pastor caminó, según el pastor nos lleva. Es asunto de pensar en los demás. 


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