El tema del domingo de hoy es la sencillez de espíritu.
En el evangelio de hoy los discípulos discuten entre sí quién debe ser el primero, el más importante, entre ellos. Esto resulta curioso porque sigue a lo propuesto justo antes, que seguir a Jesús querría decir aceptar la cruz. Pero es posible que los discípulos tenían la misma actitud de Pedro, de que nunca traicionarían al Señor.
Jesús entonces les dice, «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
A continuación trae un niño y lo muestra y les dice, «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
De primera intención uno puede preguntarse cuál es la relación entre una cosa y la otra. Pero si nos fijamos, tratar a un niño con respeto y en serio requiere humildad de parte nuestra, sencillez de espíritu.
Esa humildad y esa sencillez de espíritu es la que nos permite apreciar a los niños en sí mismos.
De lo contrario, los tratamos como si no tuvieran tanto valor, como si no hubiese que tomarlos en serio.
Es lo mismo que sucede entre pueblos colonizadores y pueblos colonizados. Los colonizadores no le dan valor a los colonizados.
Los que se sienten superiores no le dan valor a los demás.
Los humanos, por sentirnos superiores, no le damos valor a la creación.
Últimamente la realidad nos da en la cara, por así decir. No nos quejemos.
Es hora de dejarse de superficialidades y enfrentar las cosas como son. Es hora de ser sencillos de verdad, sin hipocresías, dándole su justo valor a la sencillez de espíritu.
Se pueden ver mis apuntes para este domingo en el 2018 oprimiendo aquí.
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