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Domingo 25, Tiempo Ordinario, ciclo B

Jesús con los discípulos, Rembrandt



La primera lectura para este domingo está tomada del libro de la Sabiduría 2,12.17-20. Nos dice que los impíos se confabularon para velar “al justo, que nos resulta incómodo”. La manera de saber si lo que dice el justo es válido será ver “si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida”. 
Si el justo es hijo de Dios, entonces Dios lo auxiliará y lo protegerá. Ser hijo de Dios es como decir, “protegido de Dios”, referido al pueblo hebreo. Los cristianos entendieron esto como profecía de la resurrección de Jesús.
Si el justo es un protegido de Dios, entonces podrá ser paciente y fuerte ante la adversidad, la violencia y la tortura. Si Dios no lo protege, hasta podemos pensar que Dios tan siquiera existe. Esto es lo que parecen decirse los impíos en el pasaje de hoy. 
Nótese que el pasaje de hoy no es tanto sobre el justo que sufre, cuanto sobre la actitud de los impíos. Los impíos son necios, es decir, ignorantes. El justo es el que ha descubierto la sabiduría. “El temor (respeto de Dios) del Señor es la sabiduría; y huir del mal es la inteligencia.” (Job 8,28; Proverbios 1,7; 8,13). 
Paréntesis
Plaza de Añasco
Este pasaje recuerda la anécdota sobre los indígenas y los españoles en los alrededores del río de Añasco. Según la leyenda, los taínos no estaban seguros si los españoles eran dioses. Para confirmar esto, se armaron de valentía y agarraron un español y lo hundieron en el agua del río, hasta ahogarlo. Así comprobaron que los españoles eran hombres, igual que ellos. 

En el pasaje de la primera lectura de hoy los impíos se dicen a sí mismos que están cansados de los reclamos del justo. Quieren comprobar si es justo de verdad. Si es un justo protegido de Dios, entonces Dios no permitirá que caiga en desgracia.

Esta era la situación de los israelitas y los judíos en el cautiverio babilonio. Ellos desaprobaban la vida y la conducta de sus captores que comían cerdo, por ejemplo, y que no circuncidaban a sus hijos. Sus captores se reían de ellos. Si fuese cierto que el dios de los judíos es el verdadero, entonces cómo es que no vino a socorrerlos. 
Si de veras el justo –Israel, Judá– es hijo de Dios… –como decir, si ellos fuesen el pueblo preferido de Dios, los escogidos– … Dios los auxiliaría y los libraría de sus enemigos. Así, según el texto, se deciden someter el justo a prueba. “lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura,” se dicen, “para comprobar su moderación y apreciar su paciencia”. Y el pasaje termina con su decisión, “…lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él”.

El salmo responsorial canta los versículos del Salmo 53,3-4.5.6.8, con que alabamos a Dios siguiendo el tema de este domingo. Cuando nos vemos en aprietos confiamos en la ayuda de Dios y por eso lo invocamos en la confianza que él vendrá en nuestra ayuda, que nos socorrerá. “Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida,” decimos, con la misma confianza del salmista. Como sabemos que el socorro ya llega, ya desde ahora le ofrecemos a Dios el sacrificio de nuestras alabanzas. 

La segunda lectura continúa la Carta del apóstol Santiago 3,16-4,3. Como en los domingos anteriores el apóstol subraya el contraste entre los que se dicen cristianos y sin embargo provocan contiendas constantemente, porque actúan según criterios humanos. 
En el contexto del tema de hoy, la sabiduría, el apóstol Santiago apunta a la sabiduría del cristiano, que contrasta con la actitud de los impíos ante la vida. 
“La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, ade­más, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de miseri­cordia y buenas obras, constante, sincera.”
Por eso es tan escandalosa la reacción de más de un obispo y clérigo al papa Pancho, que propone esa misma misericordia acompañada de buenas obras. “Codiciáis y no tenéis… ardéis en envidia… os combatís y os hacéis la guerra,” se lamenta el apóstol.
Los zapatos del papa Francisco
¡Qué bien le aplica esto a los que recientemente fraguaron una acción concertada para promover la renuncia del papa Francisco! Haber publicado una carta de acusaciones justo en el momento que el papa visitaba a Irlanda (donde el escándalo de los curas pedófilos ha tenido más resonancia, donde se han evidenciado las consecuencias nefastas de la cultura del clericalismo) y que al momento surgiera un coro de voces respaldando la carta da qué pensar. 
Por eso hemos de distinguir las contiendas en el seno de la iglesia. Hay contiendas y hay contiendas. “Por sus frutos los conoceréis,” dijo un obispo una vez. Propongo distinguir las contiendas que salen de la mezquindad y miseria humana, de los conflictos motivados por personas animadas por un espíritu cristiano como el que describe el apóstol Santiago. 
Paréntesis
Este es el tipo de tema que un robot no podrá entender. No es fácil percibir la dinámica de la vida pública. No es tan fácil establecer la malicia del que habla.
Por eso es interesante, el intento de aplicar la inteligencia artificial al análisis del tráfico de información dentro del mundo del espionaje. Recordar que hay otros espionajes además del político y militar, como el espionaje industrial. 
Es como el chiste sobre tres psiquiatras en un bar. Un empleado se acerca y les pide ayuda para cambiar una bombilla. Uno reaccionó, “¿Desde cuándo usted ha tenido esa fantasía?”; el otro, “Viene para que yo le diga, pero, ¿Usted qué opina?”; el tercero, “El problema se resolverá por sí solo con el tiempo…”
Ninguno estaba escuchando y estaba dando soluciones “enlatadas”. Es la misma experiencia que he tenido con más de un empleado en alguna oficina del gobierno. 
Hay una leyenda, hoy olvidada, del que escribió el programa “Elisa” para ordenadores. Fue uno de los primeros en el campo de la inteligencia artificial, a finales de la década de 1960. Intentaba responder al reto de Alan Turing (pionero de los años de 1940): tendríamos inteligencia artificial cuando hablásemos por teléfono sin saber que al otro lado hay una máquina. Hoy día esto ya sucede en el caso de los chats de los lugares de apoyo técnico de las grandes compañías, aunque hay modo todavía de saberlo. 
El programa Elisa podía “conversar” mediante oraciones y frases estandardizadas: “Hola”; “Lindo día”; “No me había dado cuenta”; “Cuénteme más de eso”. En la leyenda, la secretaria del profesor que escribió el programa un día se puso a ensayar el programa y terminó loca, pensando que de veras la máquina había cobrado vida. 
Pero es una leyenda. No creo que nos volveremos locos cuando no sepamos distinguir entre un humano y un robot, si es que ese día llega.
Estas anécdotas ilustran lo difícil que es “leer” las situaciones humanas. Pero eso no niega que constantemente nos estamos “leyendo” unos a los otros. Es algo tan presente, que casi no nos damos cuenta, como con el oxígeno que respiramos. 
Para un cristiano, no es tan importante lo que motiva a otra persona. Lo importante es lo que motiva a uno mismo, que la motivación de uno esté de acuerdo con la idea de ser un cristiano como el que describe el apóstol Santiago. 


El evangelio de hoy continúa la lectura del evangelio de Marcos 9,30-37.
En el evangelio de hoy Jesús continúa su recorrido por el territorio de Galilea. Como apuntado el domingo pasado, parece haber sido una vuelta grande para llegar hasta Cafarnaúm, en el lago de Galilea. El evangelista intercala una razón: “no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos”.
Jesús intercala este viaje, parece, como un periodo de formación para los discípulos. En ese contexto el deseo de que nadie se entere, como lo vimos el domingo pasado cuando curó al sordomudo, está dirigido a poder tener la privacidad necesaria para la instrucción de los discípulos. 
Allá en la soledad del camino es que Jesús les dice, “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará”. Esto es, les prepara para la Pasión y muerte en cruz. Les dice que el Reino no será la llegada triunfal del Hijo del hombre.
Los discípulos no entendían, como sucede con muchos cristianos. Por algo ha surgido lo que se llama “la iglesia triunfalista”, la iglesia del barroco y del estado confesional. Se ha pensado que el Reino, la iglesia en este mundo, equivale a poder, autoridad, prestigio, todo lo contrario de lo que Jesús anunció. Así se ha fijado la figura de Cristo Rey y se ha utilizado para justificar una especie de cruzada contra el “laicismo”. Se ha utilizado el evangelio para justificar tretas sucias. 
A los cristianos les toma tiempo, como a los discípulos, llegar a entender que el Reino no es de los poderosos, sino de los que quieren ser servidores. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos,” les dice Jesús. 
El Hijo del hombre, en otras palabras, no vino al mundo a mandar, sino a servir. 
Nótese que el tema del evangelio de hoy no es el anuncio de la Pasión. Es principalmente la actitud que debe caracterizar a un cristiano. No es la de un discípulo que discute quién deba ser el primero en el grupo. La actitud del cristiano es la del que no desea ser el primero. Un cristiano quiere ser el último de todos, el servidor de todos. 
Comentario breve
Parece absurdo que los cristianos se hagan importantes a cuenta de que son cristianos. Si vivir de por sí ya es una lucha constante, un sostenerse en un quehacer diario interminable, lo es más cuando se trata de ser cristiano. 
Ser cristiano ya de por sí es vivir en peligro. Con tan sólo decidirse a serlo, a adoptar la fe y la visión de mundo que la fe implica, ya de por sí eso contrasta con el sistema de valores de los que no comparten nuestra (visión). Sin hacer nada, con nuestro testimonio de que la vida vale la pena vivirla, pero en vistas a la vida futura, ya subrayamos el contraste con los que no piensan igual. Y eso puede levantar violencia contra nosotros. 
¿De qué pretender entonces a jactarse? ¿Quién quiere irse al frente de la fila de los que van a ser torturados y asesinados debido a sus convicciones? 
No es que el cristiano esté en guerra contra el mundo. Eso es absurdo. 
Al cristiano le basta vivir al modo de un cristiano. Con eso nada más puede levantar animosidad en los que le rodean, como vemos en la primera lectura de hoy. 
Alguien que sinceramente quiera morir por sus ideas en combate contra las ideas de la sociedad en que vive, debe primero asegurarse que no se trata de una tendencia morbosa, malsana, de los que padecen de inestabilidad mental. Si son personas normales, no tendrán deseo alguno de echárselas de mártires, de jactarse de su sacrificio. 
Por esto y otras razones, no tiene sentido que alguien quiera ser obispo para sentirse importante. Está el ejemplo de la ocasión en que el candidato de un partido político a la alcaldía de San Juan quedó descalificado, apenas unos meses antes de las elecciones del 2012. Nadie quería sustituirlo y presentarse como candidato, porque parecía ser una misión suicida. Ser candidato a la alcaldía de San Juan no era algo glamoroso, punto. 
Los verdaderos ejecutivos son los que van fijos en la dirección del barco, como los buenos capitanes, que no asumen la responsabilidad porque quieran vivir bien o ser importantes.




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