El tema de este domingo es el de las riquezas y el cristiano
El pasaje del evangelio de hoy narra el episodio en que un joven rico viene a Jesús y le pregunta qué ha de hacer para obtener la Vida Eterna. Jesús le contesta que sea un buen judío (hoy día, un buen cristiano); que observe los mandamientos, haga negocios limpios, honre a sus padres, cumpla con lo que se supone que sea.
El joven le dice a Jesús que ya está haciendo todo eso. Entonces Jesús le dice que se desprenda de toda su riqueza y venga y se dedique a tiempo completo a ser uno de sus discípulos. «Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme,» le dice Jesús. El joven, sin embargo, no estuvo dispuesto a hacer esto último.
En tiempos posteriores —probablemente, ya en tiempos modernos— este evangelio se leyó en términos de los llamados «consejos evangélicos», de una invitación de Jesús a hacer algo que no es obligatorio para los cristianos, pero que, de hacerse, conduce a la vida de perfección cristiana. Estarían dos categorías de cristianos, (a) los que renuncian a las riquezas y al matrimonio y (b) los que siguen una «vida normal». Estos últimos no serían tan perfectos como los primeros.
El concepto está bien. Lo que no está bien es el hecho de que históricamente la primera categoría, la de los «perfectos» (o casi perfectos) se estableció como clase social en la Edad Media y de una categoría religiosa pasó a ser una categoría social. De ahí derivó entonces el clericalismo, o la idea de que los clérigos son «santos». Es lo mismo que sucedió en tiempos de Jesús con los fariseos, que se veían como gente especial y «clase aparte».
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En el evangelio de hoy el tema no es la vida consagrada de los clérigos. El tema es el cristiano y las riquezas. En tiempos de Jesús los únicos clérigos que habían eran los fariseos y ya sabemos lo que él pensaba de eso. Así, cuando Jesús invita al joven a desprenderse de su riqueza, no lo está invitando a ser clérigo, sino a seguirlo como parte de su grupo. Esto pudo haber terminado como la invitación a Mateo (Mateo 9,9) cuando Jesús también le pidió que lo siguiera. Mateo también era un hombre rico. Lo mismo podemos decir de Zaqueo, el publicano (Lucas 19,2).
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Entre los primeros cristianos se tomó lo dicho por Jesús al pie de la letra y vemos que en Hechos de los apóstoles dice, refiriéndose a los cristianos: «No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.» (Hechos 4,34-35).
Nótese cómo comienza la cita anterior: entre los cristianos no habían necesitados. El enfoque no es el repudio de la riqueza, sino la generosidad de desprenderse de los bienes como un medio para ayudar a los que tienen necesidad. El objetivo era el bien de las viudas y los huérfanos y la atención a los pobres en cuanto necesitados, no en cuanto pobres. Es lo que vemos en Deuteronomio 15,4; Lucas 12,33 (las referencias son de la Biblia de Jerusalén; ver los comentarios de las notas al calce de la BJ).
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En el evangelio de hoy Jesús también dice de lo difícil que será para un rico entrar en el Reino de los cielos. No está hablando de un repudio a la riqueza en cuanto tal. Está hablando del peligro de esclavizarnos a la riqueza y olvidarnos de los pobres.
En mis tiempos de estudiante leí la tesis doctoral del padre William Ferree, SM, sobre el concepto de la virtud de la justicia social. La justicia social es una virtud que deben practicar los cristianos. Y esa virtud se practica mediante asociaciones que trabajen por el bien común.
Una persona no puede trabajar por la justicia social por cuenta propia. Los problemas sociales como el de la pobreza hay que trabajarlos a nivel social. Mandar dinero a una organización que quizás lo utilice más para los salarios de los administradores, que para los pobres, puede ser algo bueno, pero no suficiente. He sido testigo del desvío de fondos de colectas dominicales, que se utilizó para otros propósitos.
Para un cristiano tiene más sentido trabajar en los grupos parroquiales para buscar juntos el bien de los pobres. Eso también fortalece el sentido de comunidad cristiana en la parroquia.
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