El 25 de enero de 1959, al terminar la ceremonia de cierre del Octavario de oración por la Unidad de las Iglesias, en la basílica de San Pablo Extramuros, el Papa Juan XXIII anunció su intención de convocar el Concilio Vaticano II, ante un grupo de diecisiete Cardenales allí presentes. El que habían pocos presentes demuestra que los tomó a todos desprevenidos, de lo contrario, no hubiera faltado un solo cardenal de Roma. La ocasión del anuncio refleja las preocupaciones ecuménicas del Papa Juan. Dícese que en Francia en una ocasión informal en que conversaba con ministros de otras iglesias, les propuso una actividad conjunta como hermanos. Ellos objetaron: “Creemos cosas tan distintas,” le dijeron. A lo que él les contestó: “Para juntarnos no es necesario discutir ideas”. Pocos han llegado a entender el ecumenismo tan claramente. Ciertamente los “duros” de hoy día nunca podrán entender esto. (Ellos también dirán que los que traicionan su fe fomentando el ecumenismo son unos ilusos y un
Carlos Ramos Mattei