En el evangelio de hoy Jesús cura un ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan: ¿Quién pecó, él o sus padres? "Ni él, ni sus padres," les dice Jesús. Esto significa que el ciego es inocente y sin embargo está ahí, como un mendigo a la orilla del camino, y ciego. El ciego de nacimiento nos representa a todos nosotros. Sufrimos, por culpa del pecado de nuestros padres (Adán y Eva). Pero somos inocentes. Esto lo podemos decir sobre todo hoy, cuando aceptamos con los estudiosos de la Biblia que Adán y Eva son un símbolo, no es que existieron literalmente. En los evangelios no se habla del pecado original, ni Jesús se presenta como el que va a inmolarse para que ya no suframos las consecuencias del pecado original. Jesús tampoco habla de un Padre airado, ofendido infinitamente por el pecado de Adán y Eva, de manera que requiera un sacrificio con valor infinito para satisfacer su orgullo herido. El Padre no es un Dios de venganzas. Al menos eso no es lo que encon
Carlos Ramos Mattei