El tema de este domingo es el Juicio Final
La primera lectura es del profeta Malaquías 3,19-20. Anuncia el día en que el Señor exterminará la maldad de la tierra, cuando los arrogantes y los malhechores arderán como paja que consume el fuego. Pero a los que respetan a Dios y buscan el bien, a esos los iluminará el sol de justicia y encontrarán su bienestar a la sombra del Altísimo.
Malaquías es el profeta que anunció que Elías llegará al final de los tiempos para preparar el camino del Señor. También, como en la primera lectura de hoy, es el profeta que denuncia la arrogancia de los líderes engreídos que abusan de los débiles y de los que temen al Señor. Dios les castigará con un fuego que los consumirá y los hará desaparecer para siempre.
El salmo responsorial canta versos del salmo 97,5-9. Cantamos y alabamos a Dios que ya llega a socorrer a los pobres y hacer justicia a los oprimidos, para regir la tierra con justicia.
La segunda lectura es de 2 Tesalonicenses 3,7-12. Las cartas de san Pablo a los tesalonicenses, nos dicen los estudiosos, son de los documentos más antiguos, aun anteriores a los evangelios. Tesalónica también era una ciudad grande e importante en aquel momento, junto a Antioquía y en ambas ciudades había un número grande de judíos y por tanto, de cristianos. En el pasaje de la lectura de hoy Pablo denuncia a los frívolos que viven desordenadamente, que andan de vagos y metiéndose constantemente en asuntos que no le incumben. El que no trabaja no tiene derecho a comer, les dice en lo que la Biblia de Jerusalén en la nota al calce califica como «la regla de oro del trabajo cristiano».
La clave de este pronunciamiento de san Pablo está en la designación de «los que viven desordenadamente». Sabemos que más de uno está desempleado a pesar suyo; no por eso vamos a negarle el pan. Precisamente, Jesús menciona entre los motivos para otorgar el premio de la vida eterna el que «tuve hambre y me disteis de comer» (Mateo 25,35); los cristianos están llamados a dar de comer a los hambrientos. Lo que Pablo denuncia en la lectura de hoy es a los provocan discordias y malestar mientras no trabajan y viven de vagos.
En estos tiempos en que muchos cuestionan la asignación de fondos del gobierno para los desempleados y los necesitados hemos de recordar cuál es la respuesta cristiana; igual, cuál es la respuesta en un sistema civilizado de vida y una sociedad democrática. De la misma manera que hemos de patrocinar la protección de los derechos de los criminales para que todos podamos estar protegidos, así también hemos de defender el socorro de los pobres y necesitados, aun cuando se den abusos de parte de los frívolos y desordenados.
El principio que san Pablo enuncia en la lectura de hoy no refiere a la situación del auxilio gubernamental de nuestros días (como tampoco la tolerancia de la esclavitud que tuvo sentido en su situación de entonces, pero que ya no aplica). Pero ciertamente aplica al seno de nuestra comunidades cristianas de hoy, como en las parroquias. Aplica a esos frívolos que se la pasan en habladurías y propagando suposiciones sin fundamento y creando controversias sin necesidad, situaciones que hacen daño a más de uno en su carácter, en su reputación y en su paz espiritual.
La tercera lectura, el evangelio de hoy, es de Lucas 21,5-19. Jesús anuncia la destrucción del templo y las angustias de los últimos tiempos. Indica que antes del fin habrá terremotos, guerras y revoluciones. También habrán signos en el cielo y fenómenos de la naturaleza. También habrá persecuciones y hasta los mismos familiares se denunciarán unos a los otros. Los cristianos serán perseguidos por su adhesión a Jesús y el que se mantenga fiel hasta el final, ese se salvará.
El 21 de septiembre, el equinoccio, es como el comienzo de la noche del año solar. Desde septiembre los días son más cortos y las noches son cada vez más largas. En tiempos primitivos esto provocó inseguridad al pensar que quizás el mundo moría con la caída de las hojas de los árboles y el enfriamiento del ambiente, junto a la inclinación del sol, cada vez más alejado en el horizonte. De ahí que en el ciclo cristiano de las celebraciones anuales se recuerda el día eventual en que verdaderamente termine el mundo y llegue el Hijo del Hombre (Jesús) a repartir a cada uno su merecido.
Entre tanto la descripción de los últimos tiempos que hicieron los profetas y luego Jesús es algo ambiguo. En todas las épocas hay terremotos, eclipses solares, desastres naturales. Igual, siempre hay guerras y revoluciones, prepotencia de los poderosos engreídos y opresión de los humildes y marginados. No hay que pensar que ya estamos en los últimos tiempos, porque esto es una historia de calamidades que se repite generación tras generación.
También podemos interpretar el final de los tiempos relativo a cada uno. La muerte personal es la ocasión del juicio final para cada uno.
Podemos incorporar a nuestras celebraciones comunitarias este tema, el de disponernos de tal manera que al momento de la muerte Dios nos encuentre fieles a su nombre.
Invito a ver otros apuntes de años anteriores (oprimir sobre el año), como las del 2016, sobre las lecturas de hoy. También, los del 2019 con apuntes extensos sin relación directa a este domingo.

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