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Domingo 33, Tiempo Ordinario, Ciclo C


Primera Lectura
Libro de Malaquías 3,19-20. El último de los profetas, que fue parte del ambiente del Bautista y de los discípulos de Jesús, anuncia el Día Final, el fin de los tiempos. Todos los arrogantes y los malvados serán como paja, serán consumidos por el fuego abrasador de Dios. De ellos no quedará raíz ni rama. Pero para los que temen a Dios, que le respetan, brillará el sol de justicia. Se hará justicia y habrá alegría como la de unos terneros que salen brincando al estar bien alimentados.
Los malos serán consumidos por el fuego. No hay futuro para ellos. Los buenos se alegrarán al ver que se hace justicia.
Los buenos son los que temen a Dios, es decir, que le respetan. Uno puede respetar sin tener que tenerle miedo a la persona que uno respeta. Esa es precisamente la confusión de muchos respecto a sus superiores: confunden el miedo con el respeto.
Como los estudiantes cuando no respetan al maestro al que no le tienen miedo. Pero de ellos se entiende, porque son inmaduros.


Salmo responsorial
Salmo 98(97),5-6.7-8.9. Alabamos al Señor, anticipando su llegada. Que toda la tierra alabe al Señor. Llegará Dios y regirá los pueblos con justicia.


Segunda Lectura
Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,7-12. El apóstol sigue exhortando a los que escuchan su carta (el que sabía leer la proclamaba para los demás) a no vivir como vagos. El estar sin hacer nada se presta para el chisme, para murmuraciones y el estar pasando cuentos que son cada vez más descabellados. Pablo presenta su propio ejemplo. “El que no trabaja, que no coma,” dice. Tenía él derecho a ser hospedado y alimentado como predicador, pero prefirió también trabajar para ganarse el sustento. Pablo les exhorta a nombre de nuestro Señor Jesucristo.
La lectura continua en esta segunda lectura (que enlaza de domingo en domingo) no se relaciona hoy con las otras dos lecturas, parece.


Tercera Lectura
Evangelio según San Lucas 21,5-19. Están los discípulos admirando la belleza del templo. Jesús les dice, “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Los discípulos le preguntan que cuándo será eso. Pero Jesús de inmediato pasa a exhortarles a mantenerse firmes en la fe, en esos tiempos que vendrán. Aparecerán los que digan que vienen en su Nombre, pero son falsos profetas. Habrán guerras, terremotos, hambre, epidemias, pero no hay que alarmarse. Los discípulos serán perseguidos y los entregarán a las sinagogas. Serán entregados por sus mismos padres, hermanos, amigos. Pero esto sucederá para que puedan dar testimonio de él, de Jesús. Él mismo les inspirará la mente para hablen con elocuencia tal, que nadie podrá rebatir lo que digan. Todos serán odiados a causa del santo Nombre de Jesús y algunos los matarán. “Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.”



A tono con el final del año litúrgico la primera lectura y el evangelio de hoy evocan el fin de los tiempos. En ese momento todo caerá en su sitio. El desorden provocado por la rebelión de Adán y Eva ahora será sanado y volverá a reinar el orden. María Virgen, Nuestra Señora, lo hizo posible como una nueva Eva. Vendrá Jesús triunfante a confirmar la plenitud de los tiempos. Será el día de la Revelación definitiva, en que se verá claramente el sentido de todo. Dios y su Hijo reinarán y todos los justos se alegrarán. 
Pero antes de ese día definitivo habrán días terribles. Cuando Jesús habla de eso, repite lo que ya anunciaron los profetas, como Isaías, Jeremías, Daniel. Ya ellos anunciaron la destrucción del templo y el triunfo de los enemigos de Israel y Judá. 
Resulta que los romanos destruyeron el templo en el año 70 después del nacimiento de Cristo, unos treinta años después de su crucifixión. Cuando los romanos atacaban una ciudad rebelde no dejaban nada en pie y hasta echaban sal a la tierra para que ni siquiera volviera a crecer yerba. Los judíos por entonces de seguro recordaron a los profetas y los judíos cristianos recordaron las palabras de Jesús. 


Como hemos visto en domingos anteriores, Lucas hilvana anécdotas y dichos de Jesús. Aquí los discípulos preguntan sobre el templo y Jesús parece ignorarlos. Pero es que se trata de un hilvanar del material que Lucas tenía a la mano. 
Jesús pasa a hablar de cuando los cristianos sean perseguidos por… las sinagogas. Esto implica la época inmediata en que los judíos simpatizantes de la cultura helenística partieron con los demás al exilio a las distintas ciudades del imperio romano. Allá tuvieron que diferenciarse y apartarse como sinagogas cristianas, asambleas separadas. 
Ya este proceso comenzó desde la predicación de San Pablo. El mismo Pablo fue cuestionado e invitado a comparecer ante los líderes de las sinagogas para explicarse y también fue encarcelado y azotado. Hubo tumultos y peleas en las calles entre los judíos ortodoxos y los judíos cristianos que también eran helenistas, es decir, “colonizados mentales de Roma”. 
Pero de esa manera llamaron la atención y muchos que no eran judíos se enteraron del Mensaje. Entre tanto muchos no judíos y los mismos romanos pensaron que se trataba de unos fanáticos peligrosos que alteraban la paz. Quizás entonces los judíos ortodoxos aprovecharon la coyuntura para denunciar a Pablo ante las autoridades romanas. Pablo invocó su derecho a ser escuchado por el emperador, ya que él era ciudadano de Roma, por nacimiento. 
Quizás Pablo pensó, como hoy día sucede con los idealistas que juzgan como el ladrón (que piensa que todos son ladrones) y piensan que todos se creen los ideales que predican. Como buen helenista Pablo quizás se sentía más romano que los romanos. Por eso entendía la superioridad de las leyes de Roma, que protegían a los ciudadanos. 
Así, en su viaje a Roma, quizás Pablo pensaba que allá verían que no había causa contra él y que había sido denunciado por un asunto que no era un delito, unas diferencias religiosas. No se esperaba encontrar hostilidad, en parte por su condición de judío.
Las persecuciones contra los cristianos serían luego análogas a las persecuciones de los judíos por prejuicio, hasta hoy día. Eventualmente Pablo fue decapitado en Roma junto a San Pedro, según la tradición. 

Martirio de San Pablo, Catedral de Montreal


Con esto en mente quizás Lucas subraya el recuerdo de las palabras de Jesús, a su vez citando a los profetas, pero ahora entendiéndolo en el contexto de la situación en que se encontraban ellos con este asunto de Pablo. 


Comparecer ante los acusadores era una ocasión para reclutar a la nueva secta judía. De ahí el mérito de mantenerse firmes en el testimonio. El castigo y el sacrificio valía la pena si a fin de cuentas los de la sinagoga sólo tendrían la autoridad que se les reconociera. Si un buen número de entre los de la sinagoga se convencían, podían irse a las nuevas sinagogas (asambleas) cristianas. 




La descripción del final de los tiempos se dio en un contexto específico. Los profetas hablan dentro de un escenario específico, cada uno de ellos. Sus palabras coinciden, pero en diferentes contextos, con distintos significados, sentidos. 
Peter Sellers en su última película representó a un perfecto morón que coincide con gente importante y las tonterías que dice se toman como un oráculo. “Las señales del tiempo en estos días indican que ahora es hora de cultivar y plantar,” dice. Pero ellos oyen un pronunciamiento sabio sobre las relaciones internacionales. Y así sucesivamente. 
En una ocasión un periodista retó a Fidel al señalar que en Cuba no hay elecciones como en Estados Unidos. “Porque en Cuba hay democracia,” le contestó Fidel.
Las palabras pueden tener diversos sentidos. El contexto es parte de lo que establece el sentido específico.

Cuando los sirios destruyeron el Reino del Norte (Israel) los señalamientos de los profetas se dieron pensando en aquello. Cuando los babilonios conquistaron el Reino del Sur (Judea) y se llevaron los judíos al cautiverio, unos señalamientos muy parecidos de otros profetas se dieron pensando en aquello. La historia de este género profético es bastante rica cuando uno entra en los detalles. 
Cuando los romanos destruyeron el templo, las mismas palabras se entendieron con aquel desastre a la vista. 

Fuera de contexto, una palabra puede significar cualquier cosa. Es como el color blanco, que adquiere el tono de la luz que refleja. Mejor: es como el agua, que asume la forma del recipiente, del jarro.
Así es como los magos y las adivinas engañan a los incautos. “Vendrán días difíciles; veo un hombre que quiere hacerte daño; veo otro hombre que te quiere mucho; veo una mujer que te ayudará; vendrán días alegres.” Estos son profecías que se pueden cumplir siempre. No se necesita tener comunicación especial con el más allá para decirlas. En nuestro futuro siempre habrán días difíciles; todos podemos pensar en alguien que nos quiera hacer daño y en alguien que nos quiere mucho (aun si en el futuro). 
En todas épocas ha habido guerras, epidemias, terremotos. 
El final de los tiempos: los signos pueden darse en todas las épocas. 



Para los cristianos, sin embargo, el fin de los tiempos tiene un sentido específico: la segunda venida de Cristo, que a su vez es nuestra llegada. Como no tenemos idea de eso, hablamos con el símbolo de la Tierra Prometida, la nueva Jerusalén, el cielo. 
El mundo futuro es el mundo que anhelamos, libre de las vainas de este mundo. No será algo eterno, en el sentido de siempre lo mismo, porque entonces nos aburriremos. Como no sabemos a ciencia cierta, lo pensamos como una felicidad eterna, ya.
Desde ese anhelo es que oramos, “Ven, Señor Jesús”. 



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