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Domingo 33, Tiempo Ordinario, Ciclo C




El evangelio del domingo de hoy presenta el tema de la Segunda Venida, de la llegada del último día y el fin de los tiempos. Naturalmente, lo asociamos al tema de la resurrección de la carne, como en el domingo pasado.
En los párrafos siguientes le propongo al lector una reflexión que no va a seguir la ruta de otros domingos. No va a ser a la manera de una meditación directa sobre las lecturas para este domingo. 
Si el lector lo prefiere, siempre puede ir a mis apuntes para este domingo pinchando aquí.

En las reflexiones que siguen le pido al lector paciencia. Le pido terminar de leer todo, antes de lanzarse de inmediato a conclusiones.


En mis tiempos de estudiante, allá por 1965, cuando estaba de moda la canción «Hang on Sloopy», también estuvieron de moda los teólogos de la muerte de Dios. No es que Dios hubiese muerto como tal. Es que había muerto –lo notaban así, ahora– una apariencia falsa de Dios. 

Para aquella situación propusieron el proyecto de un cristianismo no religioso (religionless Christianity). Estoy pensando en Harvey Cox, el obispo anglicano John T. Robinson; gente así. Se mencionaba a Dietrich Bonhoeffer como el pionero. Bonhoeffer fue un pastor luterano que se enfrentó a lo nazis y pagó con su vida, no sin antes dejar un diario que fue publicado póstumamente. Vivimos en una época de mentalidad totalitaria y atea. Dios no tiene sentido para los que nos dirigen; tampoco para los dirigidos, en su mayoría.

Dios no tiene sentido –ni para los nazis, ni para nuestros contemporáneos– en la medida que el Dios que conocimos hasta las postrimerías de la Edad Media se convirtió en un cascarón falso, una máscara que ocultó a Dios, como tal. Los católicos y los cristianos nos venimos a dar cuenta en el siglo 20. 
Himmler. Católico, vio que había que
exterminar a los judíos y a los masones.

Hitler lo encargó de los campos de concentración
para
 "la solución final".

Entonces nos dimos cuenta también de que las máscaras son inevitables. Son como el número de Seguro Social: algo artificial que sirve para identificar a las personas. Son como el nombre que cada uno tenemos y que nos pusieron al nacer. Pasa lo mismo con Dios.

En el mundo hispánico ni cuenta que nos dimos de estos planteamientos. El Concilio Vaticano II tomó desprevenidos a los obispos españoles, lo mismo que a los de Hispanoamérica. 

Pero en nuestra América hispana sí había una inquietud original, irrefrenable, entonces y hoy también. Es la inquietud que provoca el subdesarrollo de los pueblos. Uno de los obispos más inquietos fue Dom Hélder Cámara, en Brasil. En el Perú nació la teología de la liberación con el Rev. Gustavo Gutiérrez. 

Pero los teólogos de la liberación se quedaron sin argumentos apenas veinte años después de aparecer en el escenario de las novedades de prensa. Al quedar desacreditado el experimento soviético y cubano sobre la marcha, ya no tuvo sentido decir que la teología debía hacer con el marxismo lo mismo que hizo Santo Tomás con Aristóteles. Resultó falso lo que llegó a decir Jean Paul Sartre desde París, que el marxismo era la filosofía insuperable de nuestro tiempo (Crítica de la Razón Práctica). 
Todavía en 1989 el fracaso soviético era evidente.

Unos cincuenta años después de la encíclica de SS Pablo VI sobre «El desarrollo de los pueblos» (Populorum Progressio, 1967) llega otra vez el momento de plantearnos también qué significa eso del desarrollo económico de una sociedad como Puerto Rico, Bolivia, Venezuela, Cuba, Indonesia y la Polinesia, en el contexto de lo que hoy también sabemos acerca de la precariedad del balance ecológico de la tierra y el calentamiento global por culpa de la industrialización descontrolada. 

Ese tipo de zozobra no la sufrieron los teólogos de la muerte de Dios. 
Si uno es un cristiano engagé (como decíamos entonces), antes de empuñar un rifle como lo hizo Camilo Torres (otro nombre de un olvidado que se puede buscar en Google), usted necesita resolver el problema ese de la muerte de Dios. 
Lo que sigue es parte de mi esfuerzo al lidiar con este asunto.

La razón material por la que el cristianismo tradicional ya no se entiende, ni se percibe, ni es relevante — algo que no es psicológico

El contexto presente, ahora, posterior a la segunda mitad del siglo 19, es el siguiente.
  1. La crítica bíblica demostró que nunca hubo Paraíso, ni Adán y Eva, ni cosa parecida.
    1. Si no hubo Paraíso, ni serpiente, entonces…
      • No hubo pecado original.
      • Y además, no hay preocupación por el pecado original,
        • ni entre los judíos en toda su historia;
        • ni en la predicación de Jesús.
    2. Entonces, 
      • nadie estaba hablando de «redención» en los evangelios;
      • la muerte en cruz no se vio como un sacrificio expiatorio. 
  1. Aparte de la crítica bíblica, la labor de filósofos como Descartes y Hume, Locke y Kant, hizo que se esfumara la noción de «esencias», algo que es fundamental en la concepción cristiana de las cosas, previo a Descartes. 
    1. En el siglo 20 caimos en cuenta de que las personas no son «cosas», algo que ni el mismo Descartes vio al creerse un «yo que piensa», una cosa que piensa. Con mayor razón habría que reconocer que Dios no es una cosa.
    2. Igual que el ser humano, Dios es un siendo, algo así como decir que no es un nombre, sino un verbo, como lo propuso David Cooper en su publicación de 1998.
    3. Si no hay esencias, entonces,
      • el alma no es una esencia, no es una cosa;
      • si el alma no es una cosa, entonces 
        • no tiene sentido usar la imagen aristotélica de la gracia como un sello que sella, actuando sobre la «cera» del alma;
        • los sacramentos no están para imprimir un sello indeleble en las almas;
        • la confesión es irrelevante, por ejemplo, si la pretensión es que limpie una cosa, el alma, ensuciada por el pecado;
    1. Si la noción de esencia se invalida hay que reinterpretar la misa.
      • Antes: la esencia «pan» se convierte en la esencia «cuerpo de Cristo»
        • Sto. Tomás de Aquino lo resolvió diciendo…
          1. La esencia se transforma; las apariencias permanecen.
          2. Parece pan, pero es la esencia «cuerpo de Cristo»
      • Pero si no hay «esencia» para empezar…

Dios no ha muerto. El cristianismo no se ha esfumado. Baste dejar atrás las falsas máscaras, los falsos ídolos.
  1. Las falsas máscaras, los falsos ídolos, fueron vehículos legítimos, auténticos para entender la fe en otros tiempos.
    1. Es algo como la concepción de los «humores» aristotélicos que fueron útiles en otro momento…
    2. y los estados de ánimo hoy día, que comprendemos con relación a la química de la sangre (tómese usted una bebida de cafeína, mucha azúcar y ron, para que usted vea; pronto gritará, «¡Viva Cuba libre!»).
    3. Está claro la confusión de los que pensaron que los «modernistas» católicos eran sólo gente con afán de novedades. 
      • Como si fuese sólo un asunto psicológico.
    4. Ahí está también el gran problema de los tradicionalistas católicos a ultranza, como el cardenal Burke. 
      1. Se aferran a unos fetiches, unos ídolos medievales;
      2. cosa que fue excusable en Mon. Lefebvre, el que llegó a promover un cisma con Roma con tal de no aceptar al Concilio Vaticano II.

    Mon Marcel Lefebvre, en 1981
  1. El cristianismo no religioso sigue siendo cristianismo.
    1. «Religión» aquí se refiere a las interpretaciones posteriores de los cristianos.
    2. Si le quitamos la capa del barniz de los siglos (lo mismo que comenzó a promover el buen Papa Juan XXIII) eliminamos lo innecesario para volver a lo fundamental. Esa es la idea.
    3. Si nos fijamos, lo que queremos remover es el tipo de cristianismo que emergió a partir del siglo 5°, 
      • el cristianismo bizantino, con el emperador Constantino;
      • el cristianismo medieval, con los germanos; 
      • el cristianismo de los filósofos escolásticos, con la modernidad;
      • y tantos otros elementos añadidos con el paso de los siglos.
    1. Esos elementos que caracterizaron la fe cristiana en su momento fueron legítimos, válidos.
      • Pero hoy día ya no son válidos.
      • Hoy es imposible un cristianismo montado sobre premisas caducas.
    1. El ateísmo de nuestro tiempo, igual que la indiferencia religiosa tiene su razón de ser. 
      • Por lo pronto subrayo que el ateísmo contemporáneo no nace de una confusión psicológica, ni de una perversidad, ni de algo diabólico. 
      • En una publicación que estoy preparando espero entrar en los detalles de esto. 
    1. Pero esto está claro: la renovación del cristianismo debe partir de los mismos hechos que llevan al ateísmo.
      • Yo no soy el primero en pensar esto, proponer esto.
  1. En la primera mitad del siglo 20 la solución, el camino estuvo claro. 
      • Volver a la autenticidad del cristianismo en sus orígenes. 
      • Los primeros discípulos junto a Jesús y luego los primeros cristianos de las primeras generaciones no creían al modo de los bizantinos, ni de los germánicos, y así sucesivamente.
      • Rescatar el sentido original del cristianismo sería rescatar el lenguaje para encontrar de nuevo la fe oscurecida por el barniz de los siglos. 
      • Este proyecto ya lo propuso Lutero y lo secundó Calvino, como una manera de superar la disolución del cristianismo a manos del papado medieval y renacentista.
        • De hecho, Lutero puede considerarse como el hombre inspirado por Dios para rescatar el cristianismo. Baste comparar su figura con la de los papas de su momento y con la de católicos como la familia de los Guisa en Francia.
        • SS Juan Pablo II puntualizó la santidad de Lutero en varias ocasiones. 
          1. Véase su mensaje de 1983, al cardenal Willebrands, que pasó desapercibido en el mundo hispano. 
          2. Véase también su alocución-discurso en el encuentro con los obispos de la Iglesia nacional danesa, en la residencia del obispo luterano de Roskilde, el martes 6 de junio 1989. 
          3. En tercer lugar véase también la Declaración conjunta de luteranos y católicos promulgada en el Vaticano, el 31 de octubre de 1999.
      • El proyecto de rescatar el sentido del cristianismo para nuestro tiempo es algo que aplica también a luteranos, y a todas las denominaciones cristianas. 

        • Porque se da ahora en el contexto de nuestro tiempo, común a todos nosotros.
        • Porque nuestro tiempo no es una mera mentalidad psicológica; es una realidad al origen de nuestra mentalidad.
    "Vaticano II abrió las puertas de la Iglesia…"
    "… ¡y la gente salió y se fue!"
    1. Al rescatar el sentido original de nuestra fe –en la medida que esto fuese posible– encontramos,
      • un nuevo sentido de los sacramentos como puntos de encuentro con Dios;
      • un nuevo sentido de los evangelios; 
      • así sucesivamente.
    1. No es fácil sacudirse el peso psicológico de las tradiciones al enfrentarse con los hechos que nos obligan a cuestionarlas y revisarlas. 



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