Alrededor del 21 de diciembre se da la noche más larga del año y comienza oficialmente el invierno. Es la época en que los días son cortos. Recordamos que Dios no se olvida de nosotros y que en medio de la oscuridad de la noche brilla la luz de su presencia entre nosotros.
En nuestra zona tropical la luz solar nos llega oblicua y soplan brisas frescas, típicas de esta época, lo que nos anima y nos vigoriza. Dios no se olvida de nosotros.
Tradicionalmente se celebran tres misas con motivo de esta solemnidad: una de medianoche, una en la madrugada o de la aurora y una tercera, la del día. Es un recuerdo de cuando para las grandes celebraciones se hacían grandes vigilias que podían extenderse la noche entera, lo que se conservó en los monasterios medievales con el oficio nocturno que en realidad era de madrugada.
En las tres misas se lee al profeta Isaías para la primera lectura y las tres tienen en común el anuncio de los tiempos mesiánicos en que brilla la luz en medio de la oscuridad y un niño nace, representando la nueva era, como salvador que ya llega anunciando la consolación de su pueblo.
Para la segunda lectura se leen pasajes de la epístola de san Pablo a Tito en las misas de medianoche y en la de la aurora, mientras que en la misa del día se lee de la carta a los Hebreos. Los dos pasajes de la carta a Tito hablan de la salvación que ya se ha manifestado, de la que participamos por el baño del nuevo nacimiento y que testimoniamos por nuestra vida sobria. En Hebreos Pablo resalta a Jesús, hijo de Dios y reflejo de la divinidad que es Palabra de Dios para nuestra salvación.
En el evangelio de la misa de medianoche y la de la aurora se nos presenta la narración del nacimiento de Jesús según san Lucas. En la de la medianoche los ángeles se le aparecen a los pastores anunciándoles la llegada del Mesías, proclamando la gloria de Dios. En la de la aurora los pastores van al pesebre a adorar al Niño y alaban a Dios por todo lo que habían visto. En la misa del día el evangelio está tomado del comienzo del evangelio de Juan, que evoca la historia de la salvación establecida por el plan de Dios desde el primer momento de la creación de manera que, llegado el momento, la Palabra asumió nuestra naturaleza humana para alumbrar la humanidad de manera que a Dios nadie lo ha visto pero hemos visto su manifestación, su Palabra en el Hijo, nuestro señor Jesús.
Invito a ver mis apuntes del 2022 y del 2019.

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