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Día de los inocentes (28 de diciembre)



Herodes mandó a matar a todos los bebés, con la intención de deshacerse del bebé que había nacido y que sería “el rey” que reinaría en Israel. La tradición celebra estos primeros mártires de la fe. Su sangre fue derramada para gloria de Cristo y de Dios.

Dios permite que en nuestro mundo haya luchas de poder y que nosotros que estamos en el medio seamos víctimas de esas luchas de poder. Esto nos podría parecer injusto, porque no entendemos cómo es que Dios permite el sufrimiento del justo, es decir, del inocente. Sin embargo, sabemos que el cristiano sigue el modelo de Jesús, que aceptó ser la víctima de las ideas y de las luchas de poder entre los seres humanos, cuando aceptó la cruz.

Tradicionalmente, “el malo” de la película es Herodes. Pero sí lo pensamos, él fue también un inocente. ¿Qué culpa tenía de querer matar a un bebé que luego resulta que es el Enviado de Dios? Si él lo hubiera sabido, entonces no habría Día de los Inocentes.

Pero resultó que no lo sabía, por eso fue inocente. En realidad él también fue víctima de la urdidumbre de las relaciones de poder en nuestro mundo humano. Hizo lo que se suponía que hiciese. Le fue impuesta la decisión por “razones de estado”.

Dios nos envió a Cristo para enseñarnos el Camino. Cristo llegó sin poder y no pretendió ejercer poder. Sólo así pudo presentarse como “manso y humilde de corazón”. Ser cristiano entonces no sólo implica ser pobre y obediente, sino también alguien que renuncia a tener poder para sí mismo. Si Dios hace que el cristiano llegue a tener algún poder, ello deberá ser para beneficio de los demás. Me parece que es así, quizás me equivoco.

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