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Banquero medieval francés |
En la revista AMERICA de los jesuitas, con fecha del 15 de noviembre 2010, hay un artículo excelente sobre el tema de la moral y el aborto. Igual, recientemente, como sabemos, el Papa Benedicto modificó la posición del Vaticano sobre el uso de condones.
Primero, sobre los condones: Es irónico que hoy 3 de diciembre de 2010 en el periódico El Nuevo Día aparezca en las páginas editoriales un ensayo defendiendo al Papa como custodio de unas verdades eternas. Esto trae a la mente cuando los papas denunciaban el cobro de intereses sobre los préstamos como un pecado “contra natura”.
De hecho, uno todavía puede pensar que es así; otra cosa es que esa acción “contra natura” sea tan pecaminosa. Lo mismo podemos decir de las mentiras. La mentira de por sí es “contra natura”.
Hace algo así como un año que el Vaticano regañó públicamente (algo inusitado) a un obispo brasileño (no recuerdo bien si hasta se trató de un cardenal brasileño) que hizo un llamado a la compasión cristiana en cuanto al caso de una niña que fue violada por su padre y a la que se le practicó un aborto. El deber de un obispo, según el Vaticano, es denunciar el pecado del aborto. El prelado brasileño, obediente, hizo algo así como una retractación pública.
Ahora, el Papa Benedicto cambia el enfoque y asume una posición más comprensiva en torno al caso de los condones. Por cierto, esa actitud más comprensiva está más en armonía con el Evangelio y con el Concilio Vaticano II.
Pero de inmediato Catholic.net se tiró al ruedo para decir que las expresiones de Su Santidad fueron mal traducidas y que “la doctrina de siempre” no ha cambiado. En un email que circuló el 29 de noviembre dijo que había habido una “Manipulación que han hecho los traductores (tanto de L´Osservatore Romano, como de la Editorial Herder) para acomodar las palabras del Papa a lo que ellos querían escuchar.” La autora de ese señalamiento fue Lucrecia Rego de Planas. El lector puede visitar la página WEB de Catholic.net. Nótese la exageración: el mismo periódico oficial del Vaticano y una editorial católica de sumo prestigio estarían incurriendo en una gran malicia. Me parece que el ladrón juzga por su condición.
Algo parecido hicieron los funcionarios del Vaticano cuando se apresuraron a aclarar en comunicados de prensa que la doctrina católica no ha cambiado. La doctrina, claro que no ha cambiado, pero las expresiones del Papa sí reflejan un cambio... de énfasis. Y también representan, como apuntado arriba, un cambio de enfoque más a tono con lo que significa el cristianismo.
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Sobre el tema principal antes anunciado: el sentido común, la moral y el aborto. Lo que motivó el artículo de la revista jesuita fue el caso de la Hermana Mercedaria Margaret Mary McBride, que en el 2009 aprobó un aborto en un hospital católico en Phoenix, a nombre del comité de ética del hospital. En ese momento la hermana era también vicepresidente del hospital.
Sister Margaret McBride |
Al enterarse, el obispo local declaró una excomunión automática a la hermana, junto al médico y todo el personal que participó en la realización del aborto. En la doctrina católica el aborto es un acto intrínsecamente malo y es una materia grave (por contraste a la materia leve de los pecados veniales) que por lo tanto no está permitido y que implica excomunión para el que lo haga y para todo el que facilite que se haga. Esto incluye, claro, a la misma madre a la que se le realiza el aborto.
Aparentemente el obispo sólo pensó el asunto en términos abstractos, que es el enfoque típico preconciliar, es decir, anterior al Concilio Vaticano II. Una cosa es la teoría y otra es la práctica, como se dice a nivel popular. Hay que ver cómo se aplican los principios generales a cada caso particular. Y sobre todo, como apuntado en el caso de los condones, hay que juzgar al modo con que Jesús mismo juzgó.
En el caso específico de Phoenix, se trató de una madre encinta, con diez semanas de embarazo (unos dos meses y medio), con una hipertensión pulmonar severa. La actividad hormonal de la placenta agrava la enfermedad en estos casos, al punto que la madre se enfrenta a una muerte segura de continuar con el embarazo. De no hacer nada, morirían ambos, la madre y el feto.
El comité de ética del hospital entendió que no tenía sentido mantener el feto con vida, que todavía estaba dentro del término establecido por la Corte Suprema de los Estados Unidos en que el aborto es permitido, en los primeros tres meses de embarazo. La hermana McBride le comunicó a los médicos la decisión del comité.
Podemos comparar el aborto al homicidio. En ciertos casos el homicidio es permitido, como en defensa propia. Es asunto de sentido común. Son situaciones trágicas, pero no hay otra salida. El lector puede pensar en muchos casos en que uno se vería forzado a matar en defensa propia, de manera válida. La misma moral tradicional reconoce que ello es así.
La misma Iglesia reconoce que no sabemos con exactitud cuándo Dios infunde el alma en el feto, cuándo el feto es un verdadero ser humano, aparte de serlo en potencia. Porque, claro, desde el primer momento es humano en potencia, como una semilla de un árbol es ese árbol en potencia. Pero una semilla de mangó no es un árbol de mangó como tal, a la vista está. Lo mismo podemos decir del feto. Es asunto de sentido común.
Finalmente, como nos dice el artículo, otro ejemplo del papel del sentido común en la moral lo podemos ver en el tema de los transplantes de órganos. El papa Pío XII, con el acicate de ciertos teólogos, condenó los transplantes allá por la década de los años 50. La mutilación del cuerpo es algo intrínsecamente malo, decían los teólogos y el fin no justifica los medios.
Muy pocos se enteraron de esto, claro, porque no tiene sentido, sobre todo si se trata de un órgano sano obtenido de alguien ya muerto. Lo mismo sería válido también cuando se trata de la donación de un órgano sano de un vivo que no afecta la salud del donante, como en los transplantes de riñón.
Nuestras intuiciones reconocen el principio ético de la caridad cristiana, que no es un concepto obtenido de la lógica.
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