Rev. Raniero Cantalamessa, predicador papal |
Hace más de un año que los administradores del Vaticano han intentado abandonar aquella idea de adoptar una línea de hacer del victimario, la víctima, es decir, excusar la Iglesia (el Vaticano) por ser víctima de alguna conspiración para atacarla. Pero los hay que todavía creen en continuar con esa línea. Es otra manera de volver a los tiempos preconciliares, antes del Concilio Vaticano II.
Con la Revolución Francesa (por fijar un momento en la historia) el estado Vaticano en cuanto gobierno de este mundo se vio enfrentado a la oposición a muerte de los nacionalistas franceses e italianos. De hecho, eventualmente el estado Vaticano sucumbió en 1870 y desapareció de las páginas de la historia como un territorio nacional, es decir, como principado religioso.
De primera intención los papas se declararon "prisioneros del Vaticano" y el gobierno del Vaticano se rehusó a reconocer al estado italiano y se alió activamente con los movimientos monárquicos que también buscaban la desaparición de los estados democráticos a favor de la restauración de las monarquías medievales.
Claro, luego se creó el estado Vaticano, el que eventualmente se constituyó en 1929 gracias a las gestiones de los fascistas italianos con el gobierno del papa Pío XI. Pero entre tanto aquella situación política se tradujo también en un rechazo a todo lo moderno y el estado de sitio político también se asumió como un estado de sitio moral y religioso. La posición oficial de la Iglesia era la de un adversario frente al mundo contemporáneo.
Pero los teólogos y los padres conciliares de Vaticano II, siguiendo la inspiración del papa Juan XXIII, reconocieron que la verdadera actitud cristiana no es la de un adversario. Jesús nunca asumió una actitud de adversario frente a los pecadores. Sólo adoptó una actitud de adversario frente a los escribas y fariseos y de veras que la descripción de los fariseos se parece mucho a la de la mayoría de los eclesiásticos del Vaticano. Por eso, se asumió que la actitud cristiana frente al mundo sería una de diálogo, comprensión, solidaridad. La Iglesia invitaría a la conversión y buscaría preparar el terreno para la conversión, porque atacando y predicando con amenazas y cantándose víctima, ese no es modo de predicar el Evangelio, la Buena Nueva.
Asumir esa nueva actitud reclamada por los teólogos y los padres conciliares de Vaticano II implicó reconocer los pecados de la Iglesia institucional y por eso más de un Papa posteriormente ha pedido perdón públicamente, por las faltas de la Iglesia.
Ahora, ante la enormidad de las revelaciones de los delitos sexuales de los sacerdotes depredadores de niños y niñas, el Vaticano, los administradores de turno, presentó el alegato de que había una conspiración de la prensa y del mundo para atacar y desprestigiar a la Iglesia. En vez de reconocer las propias faltas, es decir, en vez de admitir la realidad como es, los administradores del Vaticano entraron en una etapa de negación y de una actitud de no querer reconocer lo que era y es obvio.
El intento de pintar al Vaticano y al Papa como víctimas llegó a su punto culminante en Semana Santa del 2010 cuando el predicador papal el Viernes Santo dijo que el Papa era crucificado de nuevo por una conspiración internacional que recordaba la del antisemitismo. Sus palabras de hecho provocaron confusión y provocaron una respuesta de indignación de parte de los judíos. En ese momento el papa Benedicto XVI parece que se dio cuenta del error y desde entonces no se ha vuelto a enfocar el asunto de esa manera.
Pero en España todavía hay unos elementos recalcitrantes que no se han enterado y que consideran que la Iglesia sigue tan asediada como lo estuvo en época de los años de 1930. Lo menos que se puede decir es que no representan la Iglesia del Evangelio y sí la Iglesia de la política y de los políticos.
No hay duda que en España y en el mundo hispano estamos en un momento difícil con el problema del populismo marxista. Es cierto que esto recuerda la vieja situación de las izquierdas hostiles a la razón, al buen sentido, y... a la Iglesia. Pero que hayan quienes no se hayan enterado del fracaso de las fórmulas de marxismo y del socialismo populista no justifica que los católicos reaccionen como si tampoco el tiempo hubiese transcurrido para ellos y estuviesen de nuevo en 1936.
El muro de Berlín cayó y los mismos rusos dieron al traste con el fracaso de más de setenta años de socialismo marxista. Igualmente la Iglesia pasó por la experiencia de la “nueva teología” y del Concilio Vaticano II. No tiene sentido pensar mediante ideas y consignas caducas.
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