Giotto, "Envidia" |
El evangelio de hoy pone en evidencia una equivocación en nuestro modo de pensar, cuando pensamos en términos de los méritos de nuestra vida ante Dios.
Dios hace lo que le da la gana.
Pero a la misma vez hay una lógica cristiana con lo que Dios hace. Ese es el punto.
Dios nos ama porque somos sus hijos. Un padre ama a su hijo de manera incondicional.
Dios hace un llamado y lo sigue haciendo a todas horas de nuestra vida.
Que un pecador se convierta al último momento es casi una molestia para nosotros.
Por eso nos inventamos el purgatorio. Hay que hace sufrir a los pecadores. Nos irritan los pecadores.
Pero a Dios no le irritan los pecadores. La voluntad de Dios está enfocada en que se salven.
Dios los ama porque son seres humanos, son sus hijos.
Y es que en nuestra mentalidad de fariseos pensamos que los pecadores son “ellos”. Pero es que los pecadores somos nosotros.
Nosotros nos merecemos la condenación. Pero es a nosotros que Dios nos ofrece la salvación, hasta en el último momento, sin que nosotros nos merezcamos esa salvación. Ese es el punto.
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