Leo en la revista Time con fecha del 4 de marzo de 2012 sobre el gasto enorme que conlleva hospitalizarse en los Estados Unidos.
Pareciera que el propósito del reportaje sobre los gastos médicos y los asociados al bienestar de los pacientes en los Estados Unidos superan por mucho y de manera innecesaria, los gastos equivalentes en otros países. Aboga indirectamente por una revisión del mundo de la salubridad en la nación, lo que recuerda las protestas vehementes de los que dicen que cualquier intervención del gobierno en ese tema implica “socialismo”.
Pero lo que me llama la atención como cristiano es lo siguiente. Existe una organización católica administrada por las Hermanas Mercedarias que se describen al gobierno como una entidad con propósitos de caridad “para ejercer el ministerio de sanidad” de Nuestro Señor al contribuir a la salud y el bienestar de las personas.
La organización posee treinta y un hospitales y trescientas clínicas en el Mediano Oeste de los Estados Unidos y subcontrata las gestiones de cobro a una compañía en Topeka, Kansas. Que se le delegue a una compañía el trabajo de cobrar tiene sentido, pero también uno puede pensar que así en una situación de cuestionamiento las Hermanas pueden decir que ellas no son las que cobran.
En el último informe oficial, en el 2011, las Hermanas reportaron más de $4 mil millones de dólares en ganancias. Según la declaración de ese informe sólo se dedicó menos del 1% de esas ganancias a dar servicios de caridad a indigentes, unos $4 millones distribuidos entre 31 hospitales y 300 clínicas. Es decir, que repartieron unos $4 mil dólares por cada unidad. Pero resulta que esa cantidad apenas da para una parte pequeña de los costos de los servicios médicos y de salud en esos hospitales y esas clínicas, donde un simple antibiótico puede costar unos $100 dólares, el mismo que se puede comprar en una farmacia por unos $7 dólares o menos.
Entre tanto el salario promedio de los directores de esos hospitales es de unos $300 mil dólares al año. En las oficinas centrales de la organización una persona con un salario de $1 millón de dólares al año no es algo extraño.
Uno puede pensar que si llega una chica mendigo a uno de estos hospitales y clínicas para pedir un aborto la echarán de nuevo a la calle porque como entidades católicas seguirán una línea dura en cuanto a la moral sexual. De seguro que a nadie se le ocurrirá darle orientación o ayuda económica para enfrentar su situación. Que se sepa, a las Hermanas Mercedarias no se les ha ocurrido establecer algún tipo de programa para madres solteras, para que puedan atender bien a sus hijos desamparados, al menos en cuanto a su salud.
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