Primera Lectura
Libro de la Sabiduría 9,13-18. El pasaje de la primera lectura subraya la ignorancia humana. “Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias,” nos dice, “porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones.”
Y si da trabajo conjeturar sobre lo que encontramos en esta tierra, mucho más difícil, si no imposible, explorar lo que está en el cielo. ¿Cómo pretender saber lo que Dios piensa? Sólo si Dios mismo ilumina nuestra mente para conocer su voluntad.
“Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados.”
La sabiduría a la que se refiere no es la de los científicos de hoy día. Se refiere a pretender saber los designios de Dios. Se refiere a poder llegar a entender a qué sirve la creación y qué estamos haciendo aquí. Habla de entender lo que está en nuestra capacidad de entender y desde ahí descubrir la misma sabiduría de Dios.
Pero no es posible penetrar en la mente de Dios. Mire compadre, si se nos hace difícil adivinar lo que está pensando la mujer, vamos a pretender querer saber lo que piensa Dios.
Por eso es que dependemos de Dios mismo, para que nos ilumine con su Espíritu, para saber lo que agrada al Señor.
Salmo responsorial
Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14-17. Este salmo nos recuerda lo corta que es nuestra vida. Mil años son como una vigilia de la noche, dice el psalmo.
“Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría,” dice. Esto también es un consuelo para los que sufren al punto de sentirse desesperados, como Jesús en la cruz, que se sintió abandonado por el Padre.
Esto es parte de la sabiduría a la que remite la primera lectura de hoy.
Nótese que el salmo no remite a la vida más allá de la muerte, cuando la brevedad de esta vida encontrará su compensación. El salmo retiene todo su sentido de confianza en Dios a la espera de su socorro en labios de uno que no está pensando en la vida más allá de la muerte, sino en la vida aquí, y ahora.
Recordemos que en tiempos de Jesús estaban los buenos judíos que creían sólo en la vida aquí. El salmo suplica, “Ten compasión de tus servidores. Sácianos en seguida con tu amor”.
Los fariseos y Jesús y sus seguidores, igual que San Pablo, creían en la resurrección.
Segunda Lectura
Carta de San Pablo a Filemón 1,9-10.12-17. La segunda lectura de hoy equivale a una carta de recomendación para Onésimo, un esclavo que Pablo conoció en prisión y que logró conducir al camino cristiano. Parece que Onésimo le fue requerido volver con su amo y Pablo, a quien él servía en la cárcel, dice que se desprende de él, a quien considera como un hijo. Entonces exhorta a su amo a recibirlo ahora como un hermano, porque, implica, es un hermano en la fe, de modo que le siga sirviendo como si fuera un esclavo, aun cuando son en realidad hermanos. “Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mi mismo,” termina.
Todos hemos pasado por la experiencia de algún discrimen de parte de los que confunden el miedo con el respeto. Uno debe respetar al otro porque el otro se merece respeto como un ser humano, no importa si es un deambulante de la calle, o el obispo.
Ajustar nuestro tono de hablar y nuestra manera de proceder según la persona con quien tratamos no es de cristianos. Pero en más de una ocasión todos hemos sido testigos de la “acepción de personas”, el distinguir a unos como especiales, y a otros, como no merecedores del mismo trato, sólo a base categorías sociales.
No es lo mismo ir a un convento de monjas por cuenta propia, que con recomendaciones. Con mejor trato aun le recibirán si llega a nombre del obispo. Entre católicos se le da atención a los sacerdotes como seres especiales. En Italia, en una ocasión alguien trató de besarme la mano, pensando que yo era sacerdote.
Pero entre cristianos, todos somos seres humanos y no miramos en los demás nada que no sea uno igual que nosotros, en términos de trato humano y social.
Es lo que Pablo le dice al dueño de Onésimo.
Tercera Lectura
Lucas 14,25-33. El pasaje de hoy continúa la lectura del evangelio de San Lucas. En esta sección encontramos una serie de dichos y anécdotas que fueron hilvanados sin que necesariamente haya una conexión en su secuencia.
Jesús va acompañado de un gran gentío. Jesús va caminando al frente y entonces se da la vuelta y comienza a predicarles, amonestarles. Hay que amarle más que los mismos padres y la propia madre, la mujer o los hijos. Aun hay que amarle más que la propia vida. “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo,” dice.
A continuación habla de calcular cómo vamos a proceder ante las posibilidades que nos presenta nuestra situación. Si vamos a construir una torre, hay que ver si uno tiene el dinero suficiente para hacerlo. Porque puede que no pueda terminarla, a falta de fondos. Lo mismo un rey que sale a guerra contra otro. Tiene que ver si tiene los soldados suficientes y la capacidad para triunfar, porque siempre puede enviar una embajada de paz al enemigo.
“De la misma manera,” termina, “cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
Se nota que la observación sobre la construcción de la torre y la embajada de paz del rey son una intercalación. Lo que sigue naturalmente a tener que cargar la cruz si uno quiere seguir a Jesús, es el “De la misma manera…”.
La referencia a la cruz, lo de cargar la cruz y estar dispuesto a dar la propia vida si fuere necesario para seguir a Jesús, pareciera ser algo también puesto ahí en tiempos de persecución, para alentar a los cristianos. Hablar de cargar la cruz era una frase que correspondía más a lo que se hablaba en los círculos de los estoicos en el mundo helenístico. Desde mediados de siglo 20 los estudiosos sugirieron esto.
La referencia a la cruz remite a la Pasión, pero no parece probable que Jesús hiciera tales alusiones antes de los hechos, baste ensayar ubicarse en el contexto, el escenario en el que Jesús anunció el evangelio.
La disposición a sufrir y a desprenderse del apego a las cosas de este mundo corresponde a una mentalidad estoica pagana que no viene al caso dentro de las preocupaciones de los judíos en tiempos de Jesús. El contexto del evangelio es la llegada del Reino, el asunto de la Dispersión de los judíos y “la vuelta a casa” con el restablecimiento del orden perdido, el del Reino de Israel.
Cuando el Bautista salió a predicar buscó la conversión y el sacrificio personal no aparece como algo de primera atención.
Otra cosa es la intercalación sobre la construcción de la torre y el envío de una embajada de paz al enemigo. Estas imágenes o parábolas cuadran más con las otras parábolas de las vírgenes que debían mantener sus lámparas encendidas, la del empleado encargado de los asuntos en lo que volvía el amo y otras parecidas que se refieren a la llegada del Reino. Hay que precaver, no sea que el Día del Señor nos sorprenda estando desprevenidos.
Durante la Edad Media en Occidente prevaleció el caudillismo religioso. En la tradición germánica los subalternos, los seguidores del caudillo, debían mostrar sus colores, su lealtad incondicional. Tenían que seguirle hasta la muerte, si fuere necesario. Así fue que se convirtieron en masa los merovingios en Francia y los visigodos en España. Lo que pensaban los subalternos no venía al caso.
Pero ahí se entiende cómo fue que se tomó eso de cargar la cruz y seguir a Jesús.
Entra tanto el cristianismo como tal se desvirtuó en la Edad Media, se convirtió más en un asunto de estado. La predicación, que tuvo un papel importante en los primeros tiempos, fue desapareciendo.
Al final de la Edad Media, Martín Lutero abrió de nuevo el camino para la predicación en el culto. El hecho de ser minorías perseguidas devolvió a los protestantes a la misma situación de los primeros cristianos, al culto hogareño y en pequeños cenáculos. Los cristianos se modelaron de nuevo en la celebración judía de la Pascua a puertas cerradas. Uno puede conjeturar que la predicación en aquellos pequeños grupos fue más como una reflexión compartida. De esa manera fue quedando atrás el esquema de la religión celebrada al modo de función oficial de estado.
En el mundo hispánico del catolicismo oficial fácilmente continuó el énfasis en aquello de cargar con la cruz. Fue algo natural en la tradición del caudillismo germánico.
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Las lecturas de hoy pueden resumirse así.
Mantenerse a la escucha de Dios; no hay que depender de nuestros propios razonamientos. Dios da su sabiduría para iluminar nuestras mentes y comprender (primera lectura).
Nuestra vida es corta, la infelicidad en este mundo es desesperante y por eso suplicamos a Dios para que nos socorra (salmo responsorial).
No debe haber acepción, distinción de personas, entre los cristianos. Todos somos iguales (segunda lectura).
Hay que despreciarse a sí mismo, cargar con la cruz. Hay que prepararse para la llegada del Señor (evangelio).
Uno puede relacionar entre sí las lecturas de hoy de la siguiente manera.
Es imposible entender este mundo y la vida es corta. Sólo Dios puede darnos a entender qué pensar, qué hacer. En esta circunstancia todos somos iguales y pretender que no es así, eso no es cosa de cristianos. No tiene sentido darle más importancia a lo que tenemos al frente sin pensar en lo que está por venir.
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